Según la terapia racional emotiva conductual (TREC), una de las principales fuentes de malestar emocional y problemas de convivencia en una relación de pareja son los conflictos de valores y creencias. Estos conflictos se producen cuando las personas tienen visiones diferentes sobre lo que es importante, correcto o deseable en la vida, y no saben cómo respetar o negociar esas diferencias.
La TREC propone que los valores y las creencias son construcciones mentales que se basan en la experiencia personal, la educación, la cultura y el contexto social de cada individuo. Por lo tanto, no hay valores o creencias absolutos o universales, sino que son relativos y subjetivos. Esto implica que no podemos imponer nuestros valores o creencias a los demás, ni tampoco podemos esperar que los demás compartan o acepten los nuestros sin más.
Para manejar los conflictos de valores y creencias en una relación de pareja, la TREC sugiere algunos consejos prácticos:
– Identificar los valores y creencias propios y los de la pareja. Es importante tener claridad sobre lo que pensamos y sentimos, y también sobre lo que piensa y siente nuestra pareja. Para ello, podemos hacer una lista de los valores y creencias que consideramos importantes en nuestra vida, y pedirle a nuestra pareja que haga lo mismo. Luego, podemos comparar las listas y ver qué puntos tenemos en común y qué puntos nos diferencian.
– Respetar las diferencias. Una vez que hemos identificado los valores y creencias propios y los de la pareja, debemos respetar las diferencias que existan entre ambos. Esto significa reconocer que cada persona tiene derecho a tener sus propios valores y creencias, aunque no coincidan con los nuestros, y que no podemos juzgarlos ni criticarlos por ello. También significa evitar intentar cambiarlos o convencerlos de que adopten nuestros valores o creencias.
– Buscar puntos de acuerdo. Aunque haya diferencias entre los valores y creencias propios y los de la pareja, también puede haber puntos de acuerdo o coincidencia. Por ejemplo, ambos pueden valorar la honestidad, la lealtad o el amor. Estos puntos de acuerdo pueden servir como base para fortalecer el vínculo afectivo y la confianza entre ambos.
– Negociar las discrepancias. Cuando las diferencias entre los valores y creencias propios y los de la pareja sean muy grandes o afecten a aspectos relevantes de la convivencia, es necesario negociar las discrepancias. Esto implica dialogar con respeto y empatía, expresando nuestras opiniones y sentimientos sin imponerlos ni descalificarlos, escuchando las opiniones y sentimientos de la pareja sin interrumpirlos ni invalidarlos, buscando soluciones creativas y flexibles que satisfagan las necesidades e intereses de ambos, y cediendo o renunciando a algunas cosas cuando sea necesario para llegar a un acuerdo.
– Aceptar lo que no se puede cambiar. Hay ocasiones en las que no es posible negociar las discrepancias entre los valores y creencias propios y los de la pareja, porque son demasiado profundas o irreconciliables. En estos casos, debemos aceptar lo que no se puede cambiar, es decir, reconocer que hay aspectos de nuestra pareja que no nos gustan o no compartimos, pero que forman parte de su identidad y personalidad, y que no podemos modificarlos ni controlarlos. Esto implica asumir las consecuencias que esto pueda tener para nuestra relación, ya sea adaptarnos a ellas, tolerarlas o separarnos si son incompatibles con nuestro bienestar.


