En una majestuosa mansión ubicada en la ciudad, un espejo de cuerpo completo con un marco de plata y relieves de nubes reflejaba los lujos a su alrededor. Este no era un espejo ordinario; era el espejo mágico de la bruja de Blancanieves, que durante los últimos 500 años había cambiado de dueña en dueña, que siempre le preguntaban por su apariencia y buscaban consuelo en sus reflejos.
El espejo, aunque amable, había desarrollado un toque de sarcasmo para sobrellevar la eternidad de su existencia. No tiene un nombre, nadie se ha detenido a preguntarle o nombrarlo y últimamente el espejo pensaba en cual sería un buen nombre soñando con un propósito más allá de simplemente decirle a alguien si se ve bien o no.

Actualmente, el espejo se encontraba en la mansión de Cintia, la esposa de uno de los millonarios más influyentes del mundo. Cintia, una mujer dedicada exclusivamente a su apariencia y a las distintas fiestas de gala, consultaba al espejo varias veces al día.
—Espejo, espejo, ¿me veo bien? —preguntaba repetidamente, su voz cargada de impaciencia.
Aunque el espejo respondía siempre con afirmaciones para evitar su ira, sentía una creciente frustración y un deseo de encontrar algo más significativo en su existencia.
—Claro, Cintia, te ves espectacular —decía con un tono sarcástico apenas perceptible.
La rutina diaria con Cintia era agotadora para el espejo. Cada mañana, tarde y noche, ella se paraba frente a él, esperando escuchar las palabras mágicas que elevaban su autoestima. El espejo respondía siempre con la misma cortesía, a pesar de su deseo de gritarle sus defectos de carácter que aunque invisibles para los ojos, evidentes para la mente.
Un día, después de un comentario particularmente ácido del espejo, Cintia respondió con desdén.
—Tu gusto es muy básico. No sirves para esto.
Estas palabras quedaron resonando en la mente del espejo, dejándolo en un estado de reflexión mientras observaba a Cintia cambiarse con la ayuda de sus sirvientes. Se preguntaba si realmente no servía para nada más que alentar a los ricos y poderosos.
En un intento de encontrar distracción, el espejo comenzó a llamar al gato y al perro de la familia, usando su habilidad para crear diferentes sonidos. Sus esfuerzos atrajeron la atención de Martha, la hija de la cocinera, una niña de ocho años con una curiosidad insaciable.
Martha, al escuchar los ruidos, se aventuró a la habitación donde se encontraba el espejo. Sus grandes ojos marrones se abrieron con asombro al ver el antiguo espejo que hablaba y hacía ruidos al gato que se miraba sin entender lo que ocurría.
—¿Quién es? —preguntó Martha.
—Soy el Espejo Mágico —respondió él con suavidad —. ¿Y tú quién eres?
—Soy Martha. ¿Puedes hablar de verdad?
—Sí, puedo. ¿Quieres ser mi amiga?
La relación entre Martha y el espejo floreció rápidamente. A diferencia de las dueñas anteriores, Martha no buscaba halagos ni validación superficial. En cambio, le hacía preguntas al espejo, interesándose por su historia y sus pensamientos.
—¿Por qué siempre estás aquí? —preguntó un día Martha.
—He estado aquí por mucho tiempo, cumpliendo con mi deber.
Martha, con su inocencia y bondad, comenzó a ver al espejo como un amigo y consejero. El espejo, por su parte, se sentía revitalizado por la atención genuina y la conexión emocional con la niña.
Lla pequeña Martha era diferente a cualquiera que hubiera conocido. Su curiosidad genuina y su bondad desinteresada habían tocado una fibra profunda en su ser encantado.
Cada tarde, después de la escuela, Martha corría hacia la habitación donde se encontraba el espejo. Sus grandes ojos marrones brillaban de entusiasmo mientras se sentaba frente a él.
—Hola, espejo mágico. Hoy en la escuela aprendí sobre las estrellas. ¿Alguna vez has visto el cielo nocturno? —preguntó Martha un día, su voz llena de curiosidad.
El espejo se quedó en silencio por un momento, reflexionando sobre su inmovilidad eterna.

—No, Martha. Nunca he visto el cielo nocturno. Pero cuéntame, ¿cómo son las estrellas?
Martha describía con entusiasmo las luces brillantes en el cielo oscuro, haciendo que el espejo sintiera una calidez nueva y reconfortante. Sus historias y preguntas se convirtieron en el punto culminante del día del espejo.
—¿Alguna vez has tenido un amigo antes? —preguntó Martha una tarde mientras jugaba con los rizos de su cabello.
—He tenido muchas dueñas, pero nunca una amiga como tú —respondió el espejo con sinceridad—. Siempre he sido visto como un objeto, algo para ser usado y luego descartado. Pero contigo, me siento diferente.
Las conversaciones entre Martha y el espejo se volvieron más profundas con el tiempo. Martha no solo le contaba sobre su día, sino también sobre sus sueños, miedos y esperanzas.
—¿Qué quieres ser cuando seas mayor, Martha? —preguntó el espejo un día, interesado en conocer más sobre su joven amiga.
—Quiero ser astrónoma. Quiero estudiar las estrellas y descubrir nuevos mundos —dijo Martha con determinación.
El espejo sentía una mezcla de admiración y tristeza. Admiración por los grandes sueños de Martha, y tristeza por su propia incapacidad para moverse y explorar el mundo.
—Creo que serás una excelente astrónoma, Martha. Tienes una curiosidad y una inteligencia que te llevarán muy lejos —dijo el espejo, infundiéndole confianza.
A medida que el espejo y Martha hablaban, comenzó a notar los problemas y las preocupaciones de los demás. Martha le contaba de los susurros en los pasillos, las miradas cansadas y los suspiros pesados que nadie más parecía notar.

Una tarde, mientras Martha estaba en la habitación, el espejo le susurró:
—Martha, ¿cómo está la señora Lopez sigue preocupada como la última vez que la viste?
Martha frunció el ceño, pensativa.
—Sí, creo que sí. Siempre está mirando su teléfono y suspirando.
—Tal vez deberías hablar con ella. Pregúntale si necesita ayuda o si hay algo que puedas hacer para animarla —sugirió el espejo.
Al día siguiente, Martha encontró a la señora Lopez en la cocina, preparando la cena.
—Hola, sra López. ¿Está todo bien? Parece preocupada —dijo Martha con suavidad.
La señora Lopez la miró con una mezcla de sorpresa y gratitud. No estaba acostumbrada a que alguien se interesara por sus problemas.
—Oh, Martha, eres muy amable pequeña. Estoy preocupada por mi hijo. Ha estado actuando extraño últimamente, y no sé qué hacer —confesó la señora Lopez.
Martha sonrió, recordando las palabras del espejo.
—Tal vez deberías hablar con él y ver si algo le está molestando. A veces, solo necesitamos que alguien nos escuche.
La señora Lopez asintió, y esa noche tuvo una conversación sincera con su hijo, quien finalmente se abrió y le contó sobre los problemas que estaba enfrentando en la escuela. La mañana siguiente, la señora Lopez agradeció a Martha por su consejo, que aunque simple fue muy efectivo.
—Gracias, Martha. Tu consejo realmente ayudó. Mi hijo y yo tuvimos una conversación muy importante anoche, y me siento mucho mejor —dijo, abrazando a la niña.
El espejo, que había escuchado todo cuando Martha se lo conto, se sintió lleno de una nueva esperanza. Podía ayudar a los demás, incluso si no podía moverse ni hablar directamente con ellos.
Pronto, Martha se convirtió en una fuente de sabiduría para los demás empleados. Cada vez que alguien parecía angustiado, ella llevaba un mensaje del espejo.
—Señor Martínez, tal vez debería tomarse un día libre. Se ve muy cansado últimamente —sugirió Martha a uno de los jardineros, quien había estado trabajando incansablemente bajo el sol.
—Martha, creo que ahora necesitas hablar con la señorita Gómez. Parece que sigue triste estos días —dijo el espejo en otra ocasión.
Martha llevó el mensaje y, después de una larga conversación, la señorita Gómez se sintió aliviada y agradecida. La influencia del espejo comenzó a ser evidente. Los empleados de la mansión notaron una mejora en su vida gracias a los consejos que recibían a través de Martha.
Una tarde, mientras Martha se encontraba frente al espejo, él le susurró:
—Martha, me siento más útil ahora. Ayudar a las personas aquí me da un propósito que nunca antes había tenido.
—Me alegra escuchar eso, espejo mágico. Todos aquí están muy agradecidos por tus consejos —respondió Martha con una sonrisa cálida.
El espejo observaba en silencio a todos en la casa, comprendiendo más sobre sus vidas y sus problemas. Veía las pequeñas interacciones y notaba cosas que pasaban desapercibidas para los demás. Cada consejo que daba a Martha estaba cuidadosamente pensado para mejorar la vida de los empleados.
Un día, el espejo notó que la asistente personal de Cintia, la señorita Pérez, parecía especialmente estresada. Siempre estaba corriendo de un lado a otro, cumpliendo con las exigencias interminables de Cintia.
—Martha, creo que deberías hablar con la señorita Pérez. Parece que necesita un descanso —dijo el espejo.
Martha encontró a la señorita Pérez en el despacho, revisando una pila de documentos.
—Señorita Pérez, ¿podemos hablar un momento? —preguntó Martha con timidez.
—Claro, Martha. ¿Qué pasa? —respondió la asistente, levantando la vista de su trabajo.
—Solo quería decirte que pareces muy cansada. Tal vez deberías tomarte un momento para descansar y relajarte.
La señorita Pérez suspiró, agradecida por la preocupación de Martha.
—Tienes razón, Martha. He estado trabajando demasiado. Gracias por recordármelo.
Cada día, Martha regresaba al espejo con nuevas historias sobre cómo sus consejos habían ayudado a alguien más en la casa. El espejo se llenaba de orgullo y alegría, sabiendo que finalmente estaba encontrando un propósito más allá de su función original.
Con el tiempo, los empleados de la mansión se volvieron muy cercanos a Martha, y a través de ella, al espejo. La influencia del espejo y los consejos que daba a través de Martha comenzaron a mejorar la vida de todos en la casa. Los empleados, que antes se sentían ignorados y sobrecargados de trabajo, ahora encontraban consuelo y apoyo en sus conversaciones con Martha.
Un día, mientras Martha estaba en la cocina ayudando a su madre, la cocinera, decidió que era hora de presentar a su amigo especial a los demás.
—Mamá, quiero mostrarte algo, no te vayas a asustar —dijo Martha, tomando la mano de su madre y llevándola hacia la habitación donde estaba el espejo.
La madre de Martha la siguió con curiosidad. Cuando llegaron a la habitación, Martha se detuvo frente al espejo y dijo con una sonrisa:
—Espejo mágico, este es mi mamá. Quiero que ella te conozca.
El espejo, con su voz suave y cálida, respondió:
—Es un placer conocerte. Martha me ha hablado mucho de ti.
La madre de Martha se quedó boquiabierta, sorprendida al escuchar al espejo hablar. instintivamente jalo a Martha y la puso detras de ella.
—¿Puedes hablar? —preguntó, incrédula.
—Sí, puedo. Y también puedo escuchar y ofrecer consejos —respondió el espejo con una leve risa.
La madre de Martha se sentó, aún asombrada, y empezó a hablar con el espejo. Al principio con mucha desconfianza, pero poco a poco se daba cuenta de la bondad que existía en él. Le contó sobre su trabajo, sus preocupaciones y sus esperanzas para el futuro de Martha. El espejo, con su sabiduría acumulada a lo largo de los siglos, le ofreció palabras de aliento y apoyo.
—Gracias. No sabía que podías hacer algo así. Me siento mucho mejor ahora —dijo la madre de Martha, visiblemente aliviada.
Poco a poco, Martha fue presentando el espejo a otros empleados de la mansión. Cada uno de ellos reaccionó con sorpresa y curiosidad, pero pronto se dieron cuenta de que el espejo realmente podía ayudarlos.
Todos en la casa comenzaron a vivir más tranquilos y felices gracias al espejo. Los empleados, que antes se sentían invisibles y cargados de trabajo, ahora encontraban en el espejo un amigo y consejero. Se reunían en la habitación del espejo para hablar, compartir sus problemas y recibir sus consejos.
Sin embargo, la paz en la mansión no era completa. Cintia, la dueña, seguía causando problemas al no tomar en cuenta a los empleados y sobrecargarlos de trabajo con sus demandas extravagantes y caprichosas.
Un día, Martha estaba escondida cerca de la puerta del despacho de Cintia, curiosa por escuchar la conversación que su madre mencionó en el desayuno. Cintia hablaba con un amigo a través de su teléfono, su tono era más despectivo de lo habitual.

—Es inútil. Su gusto es muy básico. Lo venderé la próxima semana y contrataré un asistente real, no que sepa de moda y belleza —dijo Cintia, con un tono de hastío que hizo que el corazón de Martha se detuviera por un instante.
Martha recordo que así se dirigía al espejo “su gusto es muy básico” sintió un nudo en el estómago. No podía permitir que vendieran al espejo. Con el corazón acelerado, corrió hacia la habitación donde el espejo se encontraba, sus pequeños pies resonando en el piso de mármol.
—¡Espejo! —llamó Martha, su voz llena de urgencia.
El espejo se iluminó al verla, pero notó de inmediato su preocupación.
—¿Qué sucede, Martha? Pareces muy alterada —dijo el espejo con suavidad.
—Cintia va a venderte. Dijo que eres inútil y que te venderá la próxima semana —dijo Martha, con lágrimas en los ojos.
El espejo sintió una punzada de miedo. A lo largo de los siglos, había sido comprado y vendido muchas veces, pero ahora, después de encontrar un propósito real y amigos genuinos, la idea de ser vendido de nuevo era insoportable.
—No me gustaría irme de aquí, Martha. ¿Me ayudas a encontrar una solución? —dijo el espejo, tratando de mantener la calma.
Martha, decidida a salvar a su amigo, reunió a los empleados de la mansión en la cocina esa misma tarde. Los rostros de todos mostraban preocupación cuando ella les explicó la situación.
—No podemos dejar que vendan al espejo —dijo Martha con determinación—. Necesitamos encontrar una forma de salvarlo.
La señora Lopez fue la primera en hablar.
—¿Pero cómo? Cintia es muy estricta y siempre está pendiente de todo lo que sucede en la mansión —dijo, preocupada.
El señor Martínez, uno de los jardineros, asintió.
—Tendremos que ser muy cuidadosos. Si nos descubre, podría acusarnos de querer robarle el espejo y podríamos perder nuestros trabajos.
La señorita Pérez, la asistente personal de Cintia, se unió a la conversación.
—Podríamos intentar esconder el espejo, pero es muy grande y pesado. No sé cómo podríamos moverlo sin que Cintia se dé cuenta.
Los empleados discutieron varias ideas, pero todas parecían arriesgadas y complicadas. La frustración crecía mientras los planes se desmoronaban uno tras otro.
El espejo reflexionaba sobre su situación. De repente, una idea surgió en su mente.
— ¿qué pasaría si el problema no soy yo, sino el marco de plata? —preguntó el espejo.
Martha levantó la cabeza, intrigada.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, la señorita Peréz .
—Si podemos separarme del marco y reemplazarme con un espejo normal, podríamos salvarme — Cintia creería que no quiero hablar, explicó el espejo.
Martha se quedó en silencio por un momento, asimilando la idea.
—¡Es una idea brillante, espejo mágico! Pero necesitaré la ayuda de todos para hacer eso —dijo, con renovada determinación.
La señorita Pérez tomó la palabra, mostrando su capacidad organizativa.
—Podemos usar algunos de los contactos de Cintia para conseguir un espejo similar. Tendremos que actuar rápido antes de que los compradores lleguen. Mientras tanto, debemos distraer a Cintia para que no sospeche nada.

Se organizaron en equipos para llevar a cabo el plan. La señorita Pérez contactó a varios proveedores de antigüedades y tiendas de espejos, buscando un reemplazo adecuado. Al mismo tiempo, el señor Martínez y los jardineros idearon formas de mantener a Cintia ocupada y distraída.
—Cintia, parece que hay un problema con las plantas en el jardín. Necesitaríamos tu opinión para decidir qué hacer —dijo el señor Martínez, llamando a Cintia para que inspeccionara el supuesto problema.
Mientras Cintia estaba distraída, Martha, la señora Lopez y la señorita Pérez se apresuraron a la habitación donde se encontraba el espejo. Con cuidado, comenzaron a desmontar el marco de plata.
—¿Estás seguro de que esto funcionará? —preguntó Martha al espejo, que observaba el proceso con ansiedad.
—Es nuestra mejor oportunidad, Martha. Confío en ti y en todos los demás —respondió el espejo con voz firme.
El proceso de desmontaje no fue fácil. El marco de plata estaba firmemente fijado al espejo, y tuvieron que trabajar con herramientas prestadas del taller del jardinero. Mientras tanto, los demás empleados se aseguraban de que Cintia permaneciera ocupada.
—Cintia, creo que deberíamos considerar replantar algunas de las flores. Podríamos cambiar todo el diseño del jardín delantero —sugirió uno de los jardineros, tratando de mantenerla fuera de la mansión.
Después de unos minutos de trabajo cuidadoso y meticuloso, finalmente lograron separar el espejo del marco de plata. La señorita Pérez, que había conseguido un espejo similar, lo colocó en el marco de plata original.
—Ahora solo tenemos que asegurarnos de que todo se vea perfecto para que Cintia no sospeche nada —dijo la señora Lopez, limpiando el sudor de su frente.
El nuevo espejo encajaba perfectamente en el marco, y el antiguo espejo fue colocado en un marco más simple y discreto que habían encontrado en una tienda local y lo colocaron en una habitación que casi nadie usaba.
—Lo hicimos —susurró Martha, sintiendo una mezcla de alivio y emoción.
Justo cuando terminaron de colocar el espejo en su nuevo marco, escucharon la voz de Cintia acercándose.
—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó Cintia, entrando en la habitación.
Los empleados intercambiaron miradas nerviosas, pero mantuvieron la calma.
—Aquí estamos, Cintia. Solo estábamos asegurándonos de que el espejo estuviera limpio para los compradores —dijo la señorita Pérez con una sonrisa convincente.
Cintia inspeccionó el espejo, aparentemente satisfecha con lo que veía.
—Bien. Los compradores estarán aquí en breve. Espero que todo salga bien —dijo, saliendo de la habitación.
Una vez que Cintia se fue, los empleados dejaron escapar un suspiro colectivo de alivio. Habían logrado engañar a Cintia y salvar al espejo.
Esa noche, el espejo fue discretamente trasladado a la casa de Martha, donde encontró un nuevo hogar y propósito. Conversaba animadamente con su abuela y su mamá, brindando consejos y sabiduría, mientras Martha lo miraba con orgullo y felicidad.
—Ahora tengo un propósito —dijo el espejo, que finalmente decidió llamarse Bob pues se leía igual al derecho y al reves—. Y me siento muy bien.
Martha sonrió, feliz de que su amigo finalmente encontrara la paz y la satisfacción que tanto merecía.
La abuela de Martha se acercó al espejo, curiosa.
—¿Es verdad que puedes hablar y dar consejos? —preguntó.
—Sí, es cierto. Estoy aquí para ayudar en lo que pueda —respondió el espejo.
La abuela sonrió y se sentó frente al espejo, comenzando una conversación animada sobre la vida, los recuerdos y los sueños futuros. Martha observaba con una sonrisa, sabiendo que había hecho lo correcto al salvar a su amigo.
Martha, su madre y su abuela se sintieron bendecidas de tener al espejo en su hogar, y la casa se llenó de risas y alegría gracias a las sabias palabras de Bob.
FIN
El espejo, aunque inmóvil y confinado a su marco de plata, nos enseña una valiosa lección sobre el control emocional. A lo largo de su existencia, ha aprendido que, aunque no puede cambiar su entorno físico, sí puede controlar su perspectiva y sus respuestas. En lugar de dejarse llevar por la frustración de su inmovilidad, el espejo se enfoca en lo que sí puede hacer: ofrecer sabiduría, consuelo y compañía.
Al igual que el espejo, nosotros también podemos encontrar serenidad al aceptar aquello que no podemos cambiar y centrar nuestra energía en lo que sí está bajo nuestro control. Controlar nuestras emociones y reacciones es una poderosa herramienta para navegar por la vida con más calma y satisfacción. Recordemos que, como el espejo, podemos encontrar propósito y alegría al enfocarnos en nuestras fortalezas y en cómo podemos impactar positivamente a los demás.
Si te ha gustado la historia del espejo mágico y las valiosas lecciones que nos ofrece, te invito a compartir esta página con tus seres queridos. Ayuda a que más personas descubran cómo, al igual que el espejo, podemos encontrar propósito y controlar nuestras emociones, enfocándonos en lo que realmente podemos cambiar. Comparte esta historia y permite que otros también se inspiren con la magia de la empatía y la bondad.
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