Julián tenía una relación tóxica con el ejercicio. No tóxica de “me cuesta dejarlo”, sino del tipo “mejor me invento una excusa elegante para no empezar”. Cada enero, compraba una nueva suscripción al gimnasio como quien compra una promesa de futuro. Pero a la semana, sus músculos dolían, la motivación se desinflaba y la vergüenza comenzaba a colarse por las rendijas del espejo del vestidor.
“Esto no es para mí”, se decía mientras pedía una pizza doble con extra queso. Pero lo que Julián no sabía era que no necesitaba amar el ejercicio. Solo necesitaba dejar de odiarlo.
El error de querer correr antes de caminar
El primer error de Julián —y de muchos— fue pensar que debía convertirse en atleta olímpico desde el día uno. Si no sudaba a chorros, sentía que no contaba. Así que cada intento era una tortura autoimpuesta. Como castigo por haber tenido cuerpo durante tanto tiempo sin usarlo.
Hasta que un día, en una caminata casi accidental, algo cambió. No fue la caminata en sí. Fue el hecho de que no la odió.
No hubo música de fondo inspiradora ni cielo rosado al atardecer. Solo él, sus pasos, y una sensación muy sutil: «esto no me molesta». Y eso, para alguien que odiaba moverse, ya era un milagro.
El secreto: que no te moleste es mejor que te encante
La clave para empezar una rutina de ejercicio sin odiarla no es encontrar “el mejor deporte del mundo”, sino encontrar algo que no te saque ganas de patear un mueble.
Aquí van algunos trucos que funcionaron para Julián:
- Micro-hábitos: 5 minutos al día. No más. El objetivo no es sudar, es formar el hábito.
- Sin expectativas épicas: No esperes ver abdominales en una semana. Espera sentirte orgulloso por cumplir con algo pequeño.
- Vístete para el éxito: Literal. Ponte la ropa deportiva aunque no tengas muchas ganas. A veces, el cuerpo arranca solo.
- Hazlo divertido (o al menos, tolerable): Si odias correr, ¡no corras! Tal vez bailar en la sala, caminar con podcast o subir escaleras con música ochentosa sea lo tuyo.
- Celebra los intentos, no solo los logros: No se trata de llegar a la meta, sino de convertir el camino en algo más amable.
Julián hoy
Julián no es influencer fitness. No tiene un “antes y después” viral en redes. Pero encontró algo mejor: una rutina que no odia. Caminatas con buena música, estiramientos suaves antes de dormir, y una bicicleta estática que ahora es más bicicleta que perchero.
Y lo más importante: aprendió que el ejercicio no tiene que doler para sanar. Solo tiene que sentirse un poquito bien, lo suficiente para que quieras volver mañana.
Frase para compartir:
“No necesitas amar el ejercicio. Solo necesitas no odiarlo. El resto, llega solo.”
¿Te animás a moverte diferente esta semana? 💪✨



