Hay personas que se sienten como coches abandonados en el taller de su propia mente. Les chirrían las emociones, se les desajustan los pensamientos, y sienten que necesitan una “reparación mayor”. Pero déjame decirte algo: no estás roto, estás en reparación. Y eso es muy distinto.
La Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC) nos recuerda que lo que nos perturba no es lo que nos pasa, sino lo que nos decimos sobre lo que nos pasa. No es “fallé en esto” lo que duele… es “fallé, entonces soy un fracaso” lo que nos detiene. Esa creencia no es más que un par de tornillos flojos en el sistema de interpretación.
Tú no eres tu síntoma.
No eres tu ansiedad, tu enojo, tu culpa ni tu procrastinación.
Eres la persona que se dio cuenta y quiere cambiar.
Y eso, en la filosofía de la TREC, es el inicio de toda reparación.
Albert Ellis proponía que hay tres grandes “averías del alma”:
- Las exigencias de aprobación: “Debo gustarles a todos”.
- Las exigencias de éxito: “Tengo que hacerlo perfecto”.
- Las exigencias de comodidad: “No debería sentirme así”.
Cuando estas exigencias dominan tu motor mental, es fácil sentir que algo está roto. Pero no: solo es hora de aflojar esas tuercas, cambiar ese filtro de pensamientos absolutistas y hacerle un ajuste a tu sistema emocional.
Repararte no significa dejar de ser tú.
Significa volver a encontrarte bajo las capas de exigencias, de miedos, de etiquetas globales.
El “yo soy un desastre” se convierte en “estoy atravesando un momento difícil”.
El “no soporto esto” se transforma en “esto es difícil, pero puedo con ello”.
El “debería estar mejor” se suaviza a “prefiero estar mejor, y estoy en camino”.
La reparación no es debilidad. Es valentía.
Cada día que eliges cuestionar una creencia irracional, practicas la autoaceptación incondicional.
Cada vez que reemplazas un “no puedo” por un “veré qué puedo hacer”, te estás afinando emocionalmente.
Estás en reparación, no roto.
Y eso te hace humano, no defectuoso.
Así que no te escondas. No te avergüences.
Ponte tu letrero de “en reparación” con orgullo.
Significa que estás haciendo lo que muchos no se atreven: sanar mientras avanzas.



