Dicen que el síndrome del impostor es como tener un «roommate» en tu cabeza que no paga renta, critica todo lo que haces y cada vez que logras algo te dice: «Seguro fue suerte». Y tú ahí, con tu diplomita, tu proyecto entregado, tu logro colgado en la pared… preguntándote si deberías devolverlo porque “no te lo mereces de verdad”.
Pero respira. No estás solo, ni loca, ni loco. Estás compartiendo club con Einstein, Maya Angelou, y seguro uno que otro influencer que sube fotos de su jugo verde mientras duda de su existencia.
La escena de terror interna
El síndrome del impostor es ese momento donde alguien te felicita y tú dices “gracias” pero tu mente grita: “¡Si supieran la verdad!”… La verdad de qué, quién sabe, pero tú ya firmaste una telenovela interna donde tú eres el villano encubierto.
Es como si te metieras a una fiesta donde todos piensan que eres chef, y tú nada más sabes hacer huevos revueltos. Pero nadie te pidió un soufflé, solo tú.
El truco mental (spoiler: eres tú haciéndote gaslighting)
Albert Ellis, creador de la Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC), nos diría que estás sufriendo de “exigencias absolutistas” del tipo:
- “Debo ser perfecto para valer algo”
- “Si cometo un error, significa que soy un fraude”
¿Y sabes qué? Eso no es pensamiento lógico, es teatro griego en tu cabeza.
La clave está en cambiar esos «debo» por «preferiría», esos «si fallo soy un fraude» por «fallar no me hace menos valioso». Porque spoiler: nadie tiene idea de lo que está haciendo al 100%. Ni los adultos que te parecían invencibles cuando eras niño, ni tú, ni yo. Estamos todos improvisando con elegancia (a veces).
Herramientas que SÍ sirven
- Habla contigo como con tu mejor amigo.
No le dirías “eres un fraude” a alguien que amas. Entonces no te lo digas a ti. - Haz un inventario de logros.
No tiene que ser premio Nobel. Desde “mandé ese correo que estaba postergando” hasta “hoy no me comparé con mi ex en Instagram”. Todo suma. - Practica la autoaceptación incondicional.
Como diría la TREC: tú vales porque existes, no por lo que produces. - Haz las paces con el error.
No eres un robot de oficina de gobierno con garantía de perfección. Eres humano. Puedes meter la pata y seguir siendo brillante. - Usa el humor como antídoto.
Si el síndrome del impostor es un personaje interno, ríete con él. Invítalo a ver una serie, dile que igual te vas a postular a ese trabajo. Que se aguante.
En resumen…
El síndrome del impostor no se cura con una medalla, se desarma con aceptación, compasión y humor. No tienes que sentirte 100% capaz para hacer algo. Solo tienes que hacerlo.
Y si alguna vez te sientes como si estuvieras “engañando a todos”… recuerda: los verdaderos impostores rara vez tienen ansiedad por no estar a la altura. Tú solo estás creciendo.
Respira, suéltate y sigue. Que lo estás haciendo mejor de lo que crees.



