Hay enemigos silenciosos, como las flatulencias en un elevador. Pero hay uno peor: tu pensamiento. Ese que se sienta contigo en el sillón a las 2 a.m., en calzones y con un litro de drama imaginario, para decirte: “¿Y si todo sale mal?”. Spoiler: nada ha salido mal aún, pero tu cerebro ya está en la Premier League del Apocalipsis.
Imagínate que tu mente fuera un noticiero. Te despiertas y lo primero que escuchas: “Buenos días, hoy probablemente arruines tu vida. En otras noticias, nadie te quiere. Vamos con el clima: frío emocional con posibilidad de lluvias existenciales”.
Pero aquí viene la parte buena. No estás solo. Todos tenemos un noticiero mental sensacionalista, más exagerado que la tía que dice que tuvo dengue, gripe y embarazo psicológico al mismo tiempo.
¿Y sabes qué? Está bien. No eres raro, estás vivo. La Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC) dice que no son los eventos los que nos perturban, sino cómo los interpretamos. O sea, que si ves un mensaje sin respuesta y piensas “me odia”, no es el mensaje, es tu cabeza haciéndole casting a una novela de drama.
¿Cómo combatir este villano invisible?
- Ponle nombre a tu pensamiento negativo. Llama a esa voz interior «El Licenciado Catastrófico». Cuando empiece con sus discursos tipo “esto será un fracaso”, respóndele con voz de telenovela: “¡Cállese, licenciado, nadie lo invitó!”
- Practica la “No-Soportitis Reversible”. Esa idea de “no puedo con esto” se combate con evidencia: ¿Has pasado por momentos peores? ¿Y qué pasó? Exacto. Lo superaste. Eres como el Nokia de las emociones: aguantas todo.
- Haz de tu cerebro un coach, no un crítico. En vez de “¡Qué inútil eres!”, prueba “Ok, eso salió raro, ¿qué aprendemos?”. Parece curso de superación de perico, pero funciona.
- Ríete de ti. No como burla cruel, sino como quien ve una comedia absurda: “¿En serio lloré porque no encontré el control remoto? ¡Qué intensa soy a veces!”
Tu mente no es tu enemiga, sólo necesita entrenamiento… y probablemente una siesta.
La próxima vez que sientas que el mundo te está aplastando, revisa si no es tu mente la que está usando un megáfono imaginario. Y si es así, bájale el volumen, invítale un té, y dile que se tome unas vacaciones. Tú, mientras tanto, puedes disfrutar de tu paz mental… aunque sea entre dos pensamientos intrusivos.
Y si aún crees que tu ex, tu jefe o el tráfico son tus enemigos, recuerda: ningún semáforo en rojo te ha dicho que no vales nada. Eso lo dijo tu pensamiento. ¿Ves por dónde va el verdadero enemigo?
Ahora, anda. Respira. Ríete. Y dile a tu mente: “Gracias por participar, pero el papel protagónico ya lo tengo yo”.



