¿Qué hacer cuando no te sientes suficiente? La historia de Clara y el día que cambió su vida

3–4 minutos

  1. Clara y el peso invisible
  2. El conflicto invisible
  3. El viaje de transformación
  4. El momento decisivo
  5. El después: una nueva forma de vivir
  6. Moraleja final

Clara y el peso invisible

Clara tenía 31 años, trabajaba como diseñadora en una pequeña agencia de publicidad. Era buena en su trabajo, amable con sus compañeros, y siempre estaba dispuesta a ayudar. Desde fuera, parecía tener todo bajo control. Pero por dentro, se sentía como una impostora constante. Cada vez que le asignaban un nuevo proyecto, una voz interna le decía: “No estás a la altura”. Incluso cuando recibía elogios, pensaba: “Solo tuve suerte esta vez”. Y cada error, por pequeño que fuera, se convertía en prueba irrefutable de que “no era suficiente”.

Lo más duro era que no podía explicarlo. Nadie la veía como ella se veía a sí misma. A menudo lloraba sola por las noches, sintiéndose atrapada en una jaula invisible de autoexigencia, dudas y culpa.


El conflicto invisible

Todo cambió un lunes cualquiera. Su jefe la felicitó por el diseño de una campaña y le propuso liderar el siguiente proyecto. Clara sonrió, pero al salir de la reunión fue al baño y vomitó. No por enfermedad, sino por ansiedad. ¿Cómo podía sentirse tan mal ante algo “bueno”? Ese fue su punto de quiebre.

Ese mismo día, sin mucha esperanza, buscó ayuda psicológica. “No sé qué me pasa”, dijo entre lágrimas en la primera sesión, “solo sé que todo el tiempo siento que no soy suficiente. Y me estoy cansando de fingir que lo soy”.


El viaje de transformación

Con la ayuda de su terapeuta, Clara empezó a trabajar con un enfoque llamado Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC). Descubrió algo poderoso: no era lo que le pasaba lo que la destruía emocionalmente, sino lo que se decía a sí misma sobre eso.

Había aprendido a exigirse perfección, a buscar aprobación constante y a ligar su valor como persona a sus resultados. Frases como “debo ser impecable”, “necesito que me reconozcan”, “si fallo, no valgo” eran el combustible de su angustia.

Durante el proceso terapéutico, Clara empezó a identificar y debatir esas creencias. Al principio, parecía imposible. “¿Y si bajo la exigencia, no me vuelvo mediocre?”, preguntaba. Pero con práctica, empezó a reemplazar sus ideas absolutistas por pensamientos más racionales: “Preferiría que todo saliera bien, pero puedo vivir si cometo errores. Soy valiosa aunque me equivoque”.


El momento decisivo

Un mes después, tuvo que presentar su proyecto frente al equipo directivo. La noche anterior casi no durmió. Pero esa mañana, frente al espejo, repitió en voz alta una nueva frase que había trabajado en terapia: “No tengo que demostrar nada. Estoy aquí porque valgo. Haga lo que haga hoy, sigo siendo suficiente”.

Le sudaban las manos. La voz temblaba al principio. Pero luego fue encontrando su centro. No fue una presentación perfecta. Tropezó con una palabra, olvidó un dato. Pero al terminar, recibió aplausos sinceros.

Por primera vez, en lugar de buscar fallas en su actuación, reconoció su valentía. Y lloró, pero no de angustia. Lloró de alivio.


El después: una nueva forma de vivir

Clara no se volvió inmune a la inseguridad. A veces aún aparece esa voz antigua. Pero ahora sabe que puede elegir no creerle. Aprendió a vivir con una aceptación incondicional de sí misma. A distinguir entre cometer un error y ser un error. A verse con humanidad, no con juicio.

Comenzó a hablarse con respeto, como lo haría con una amiga. Y poco a poco, esa sensación de “no ser suficiente” empezó a disolverse. No porque cambiara por completo, sino porque decidió dejar de pelear contra sí misma.


Moraleja final

Clara aprendió que sentirse suficiente no es cuestión de perfección, sino de perspectiva. Que el valor de una persona no depende de cuánto logra, sino de cuánto se acepta a sí misma, incluso cuando falla.

Y tú, si te has sentido como Clara, recuerda esto:
No tienes que ganarte tu valor. Ya lo tienes. Solo tienes que dejar de negártelo.


¿Y tú, qué te dices cuando cometes un error?

Reflexión final:
Cada vez que pienses “no soy suficiente”, pregúntate: ¿de verdad necesito ser perfecto para valer? ¿O puedo empezar a tratarme con la misma compasión que ofrezco a otros?


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