- El peso invisible de la insuficiencia
- El día que no pudo más
- El punto de inflexión: cambiar el filtro
- El momento más difícil
- Aprender a verse con otros ojos
- La transformación: más allá del espejo
- Epílogo: Un mensaje para ti
No soy suficiente.
Eso pensaba Sofía cada mañana al mirarse al espejo. Tenía 34 años, era madre de una niña de cinco, diseñadora gráfica freelance y, desde fuera, parecía que todo estaba bien. Pero por dentro, sentía un hueco imposible de llenar. Había días en que el simple hecho de revisar sus redes sociales era suficiente para sumirse en un torbellino de comparación, dudas y autoexigencia paralizante.
Quería ser la mejor madre, la mejor profesional, la mejor versión de sí misma. Pero siempre sentía que se quedaba corta.
El peso invisible de la insuficiencia
Todo comenzó cuando, en una reunión con un cliente, recibió una crítica sobre una propuesta en la que había trabajado con esmero. No era una crítica devastadora, solo una sugerencia para replantear el enfoque. Pero a Sofía se le vino el mundo abajo. “¿Ves? No soy lo suficientemente buena”, pensó, mientras sentía que se le cerraba el pecho.
Lo que para otro sería un simple ajuste, para ella era una prueba más de que era un fraude. No era la primera vez que lo sentía. Desde niña, aprendió a valorarse solo por sus logros. Si sacaba un 10, valía algo. Si fallaba, era un fracaso.
El día que no pudo más
Una tarde, tras dejar a su hija en el jardín, se quedó sentada en el auto. No podía arrancar. Lloró en silencio, con la frente sobre el volante. Sintió que estaba fallando como madre, como profesional, como todo. No sabía cómo seguir. Por primera vez pensó en pedir ayuda psicológica. Ese mismo día, escribió un mensaje: “Hola, me gustaría agendar una cita. No me siento bien.”
El punto de inflexión: cambiar el filtro
En terapia, Sofía aprendió una verdad difícil de aceptar: no eran las situaciones las que la hacían sentir insuficiente, sino sus creencias profundas sobre sí misma.
Su terapeuta le habló del modelo ABC de la Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC):
- A: Acontecimiento (la crítica del cliente)
- B: Creencia (“Si no hago todo perfecto, soy un fracaso”)
- C: Consecuencia (sentirse ansiosa, desmotivada, bloqueada)
Durante semanas, trabajaron en identificar esas creencias irracionales. Algunas eran tan automáticas que parecían verdades:
- “Tengo que ser perfecta o soy inútil.”
- “Necesito que todos aprueben lo que hago para sentirme valiosa.”
- “No puedo cometer errores porque eso me define.”
Empezaron a debatir esas creencias con preguntas como:
- “¿Dónde está escrito que tienes que hacerlo todo perfecto?”
- “¿Quién ha dicho que un error te define?”
- “¿Puedes ver que aunque no seas perfecta, aún vales?”
El momento más difícil
Hubo una sesión especialmente dura. Sofía se enfrentó al recuerdo de cuando su padre le decía: “Eso no es suficiente, puedes hacerlo mejor.” Lo entendió: no solo se sentía insuficiente… se lo había creído durante años. Lloró, se enojó, y después… sintió alivio. Por primera vez, alguien le dijo: “No tienes que demostrar tu valor. Ya lo tienes.”
Aprender a verse con otros ojos
Poco a poco, Sofía empezó a construir nuevas creencias:
- “Prefiero hacerlo bien, pero puedo equivocarme y seguir siendo valiosa.”
- “Mi valor no depende de los resultados, sino de quién soy.”
- “No necesito que todos me aprueben para aceptarme.”
Empezó a practicar la autoaceptación incondicional: mirarse con compasión, sin exigencias absolutas. A escribir sus pensamientos, a hablarse con amabilidad, a celebrar sus logros sin minimizarse. Incluso cuando fallaba, se repetía: “No soy perfecta, y eso está bien.”
La transformación: más allá del espejo
Un día, su hija le mostró un dibujo de ambas. “Tú eres mi superheroína”, decía. Y Sofía sonrió. No porque se sintiera perfecta, sino porque, por primera vez, se sintió suficiente. Justo como era.
Epílogo: Un mensaje para ti
Puede que tú también, como Sofía, hayas sentido que no alcanzas. Que no eres suficiente. Pero tal vez el problema no eres tú, sino lo que te dices a ti mismo.
Recuerda esto:
“Aprendió que no tenía que ser perfecta para merecer amor, ni validarse a través de los ojos de otros. Aprendió que ella era suficiente, simplemente por ser.”
Y tú también lo eres.



