Cuando la tormenta está adentro
La primera vez que Julia sintió que su mente era un huracán, estaba en el supermercado.
No había pasado nada grave: un pasillo lleno, una lista de compras olvidada. Pero en su pecho, algo se revolvía. Respiraba rápido, sentía que todos la miraban, y las manos le sudaban. Quería salir corriendo.
Julia es una mujer común. 34 años, trabaja como diseñadora freelance, vive sola en un pequeño departamento y tiene un gato llamado Simón. Como tantos, ha aprendido a ser funcional… hasta que no puede más.
Esa tarde en el súper fue el primer derrumbe. Luego vinieron otros: frente al ordenador, en una cena con amigas, en una videollamada laboral. Siempre sin previo aviso. Y con una fuerza que la dejaba exhausta.
“Mi cabeza no se calla”, le dijo un día a su terapeuta. “Es como si tuviera adentro un huracán emocional que arrasa con todo”.
Un caos interior con nombre
Lo que Julia no sabía es que ese huracán tenía un nombre: reactividad emocional. Una mezcla de ansiedad, pensamientos catastrofistas, autoexigencia y miedo. Todo junto, todo mezclado.
El problema no era sentir: era cómo respondía su mente a lo que sentía.
Según la Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC), nuestras emociones no vienen directamente de lo que nos pasa, sino de lo que pensamos sobre lo que nos pasa. Y esos pensamientos, muchas veces, están llenos de “deberías”, “tengo que”, “esto es terrible”, “no lo puedo soportar”AAA Terapia Racional Em….
Julia vivía atrapada en exigencias invisibles:
- “Debería poder con todo”.
- “No puedo equivocarme”.
- “Si me ven así, van a pensar que estoy mal”.
Cada uno de esos pensamientos añadía más viento al huracán.
Intentar controlarlo todo… y perderse en el intento
Julia intentó soluciones rápidas. Respiraciones guiadas, afirmaciones positivas, ignorar lo que sentía.
A veces funcionaba por un rato, pero el huracán volvía. Más fuerte.
Hasta que un día, frente al espejo, vio sus ojos rojos y el nudo en su garganta… y se dijo en voz baja:
“Estoy cansada de pelear contra mí misma”.
Fue un punto de inflexión. Por primera vez, no intentó “calmarse”, sino entenderse.
La técnica que le cambió la vida
En terapia, su psicóloga le enseñó el modelo ABC de la TREC:
- A: Acontecimiento activador (por ejemplo, la reunión inesperada).
- B: Creencia irracional (pensar: “si no lo hago perfecto, soy un fracaso”).
- C: Consecuencia emocional (ansiedad, bloqueo, querer desaparecer).
Aprendió que no era la reunión lo que le hacía mal, sino su diálogo interno frente a ella.
Y ese diálogo podía cambiar.
Con práctica, empezó a debatir sus ideas automáticas:
- ¿De verdad tengo que hacerlo perfecto?
- ¿Dónde está escrito que no puedo equivocarme?
- ¿Qué pasaría si no sale como espero?
Poco a poco, Julia pasó de decirse “no puedo con esto” a pensar “esto me cuesta, pero puedo intentarlo”.
Y el huracán, aunque no desapareció del todo, ya no la arrasaba.
El momento en que todo cambió
Una mañana, Julia recibió una crítica inesperada de un cliente. Antiguamente, eso la hubiera desmoronado. Pero esta vez, respiró profundo, leyó el mensaje y respondió:
“Gracias por el feedback. Voy a revisarlo”.
No porque no le afectara, sino porque eligió no condenarse por ello.
Sintió tristeza, sí. Pero también orgullo. Por no dejar que su mente se convirtiera en su enemiga.
Esa noche, se permitió un chocolate, acarició a Simón y pensó:
“Estoy aprendiendo a no ser mi propio huracán”.
Lo que tú puedes aprender de Julia
Tal vez tu tormenta no se parezca a la de Julia. Tal vez la tuya viene cuando no contestan un mensaje, cuando tienes que hablar en público, cuando te equivocas.
Pero si has sentido alguna vez que tu mente se desborda y te cuesta respirar, esta historia es también para ti.
Porque no se trata de evitar sentir. Se trata de aprender a interpretar lo que sentimos de manera más saludable.
La TREC nos recuerda que:
- No tienes que ser perfecto.
- Puedes equivocarte y seguir siendo valioso.
- No todo lo malo es terrible.
- Y aunque algo duela, puedes soportarlo.
Reflexión final
Julia aprendió que la clave no era silenciar sus emociones, sino hablarles diferente.
Que no se trataba de eliminar el huracán, sino de construir una casa más fuerte dentro de él.
Y tú también puedes hacerlo.
Moraleja: Aprender a vivir con nuestras emociones no es resignación, es transformación. Cambiar tu diálogo interno puede ser la diferencia entre sentirte destruido o fortalecido. Tu mente no tiene que ser tu enemiga.



