¿Alguna vez te has preguntado por qué sigues tropezando con la misma piedra? Ya sabes, esa conducta que sabes que no te conviene —posponer una tarea importante, llamar a esa persona que no te hace bien, o quejarte constantemente de tu trabajo— pero que, inexplicablemente, repites una y otra vez. La sabiduría popular nos diría que es «falta de voluntad» o simplemente «masoquismo».
Sin embargo, la psicología conductual y cognitiva tiene una explicación mucho más fascinante (y menos crítica): no lo haces porque seas «tonto», lo haces porque te funciona.
Todo comportamiento persiste porque recibe algún tipo de «pago». El problema es que ese pago suele ser invisible a simple vista. Aquí te explico cómo descubrir las fuentes de reforzamiento ocultas que mantienen vivos tus «malos» hábitos.
1. El Análisis Funcional: Nada es «gratis» en tu cerebro
En terapia, una herramienta clave es el Análisis Funcional. Esto no es más que un mapa que traza las ventajas y desventajas de mantener un hábito. La premisa es simple: si una conducta sobrevive, es porque está cumpliendo una función.
A veces, la función es obvia (comer pastel sabe rico). Pero otras veces, es contraintuitiva. Por ejemplo, una preocupación excesiva puede tener la función oculta de hacerte sentir que estás «haciendo algo» para prevenir una catástrofe, dándote una falsa sensación de control.
Tu cerebro es un economista despiadado: si sigue invirtiendo energía en preocuparse, es porque cree que está comprando seguridad.
El análisis: Dejamos de ver la conducta como un defecto de carácter y la vemos como una estrategia (quizás errónea) de supervivencia. Pregúntate: «¿Para qué me sirve esto?» en lugar de «¿Por qué soy así?».
2. Las «Ganancias Secundarias»: El beneficio de estar mal
Este es un concepto difícil de tragar, pero esencial. A menudo, resistimos el cambio porque tenemos miedo de perder las ganancias secundarias de nuestra conducta patológica.
Imagina a alguien que siempre se enferma o se deprime ante situaciones difíciles. La ganancia secundaria podría ser la atención, el cuidado de los demás o la exención de responsabilidades exigentes. Albert Ellis señalaba que a veces nos aferramos a ideas irracionales porque nos ofrecen una «recompensa» inmediata, como evitar el desafío de ser autónomos.
Ser la víctima es un trabajo a tiempo completo con pésimo sueldo emocional, pero tiene una seguridad laboral envidiable.
«¿Qué beneficios o consecuencias tiene esta creencia para mí?»
El análisis: Identificar la ganancia secundaria requiere una honestidad brutal. Si descubres que tu «sufrimiento» te compra atención o te ahorra esfuerzo, has encontrado la raíz del problema.
3. Hedonismo a Corto Plazo: La trampa del alivio inmediato
Una de las fuentes de reforzamiento más potentes y ocultas es el alivio inmediato. La Terapia Racional Emotiva (TRE) distingue entre el hedonismo a corto plazo (vivir según lo que apetece ahora) y el hedonismo a largo plazo (vivir según lo que conviene para tus metas futuras).
La evitación es el rey de este reforzamiento. Si tienes miedo social y evitas una fiesta, sientes un alivio instantáneo de la ansiedad. Ese alivio refuerza la conducta de evitar. Tu cerebro aprende: «Huir = Sentirse bien». El problema es que, a largo plazo, esto limita tu vida y aumenta tu miedo.
Es como orinarse en los pantalones para calentarse cuando hace frío: sientes un calorcito agradable al principio, pero el resultado final es un desastre incómodo.
El análisis: Muchas conductas persisten no porque nos gusten sus consecuencias finales, sino porque nos encantan sus efectos inmediatos (el alivio de la tensión). El reto es aprender a tolerar la incomodidad presente para obtener una recompensa mayor en el futuro.
Para reflexionar
El primer paso para dejar de hacer algo que te daña no es castigarte, sino entender qué estás obteniendo a cambio.
Tómate un momento hoy para pensar en ese hábito que no logras romper y pregúntate: ¿Cuál es el «premio» secreto que estoy recibiendo por mantener esto? La respuesta podría ser la llave de tu libertad.



