Estímulos Aversivos: Por Qué Odiamos lo que Odiamos (y Cómo Tu Cerebro te Engaña)

3–4 minutos

Todos tenemos nuestra lista negra. Para algunos, es el sonido de una uña rascando una pizarra; para otros, es la perspectiva de hablar en público o encontrarse con una araña en el baño. En psicología, a estas cosas las llamamos Estímulos Aversivos. Son eventos o situaciones que provocan una respuesta de huida, evitación o simplemente, un rechazo visceral.

Pero, ¿alguna vez te has detenido a pensar por qué ciertas cosas te resultan insoportables mientras que a tu vecino le dan igual? La respuesta no está solo en el objeto que odias, sino en la fascinante (y a veces dramática) maquinaria de tu cerebro.

Aquí desglosamos qué nos resulta realmente desagradable y por qué a veces sufrimos más de la cuenta.

1. Biología vs. Aprendizaje: El miedo real contra el miedo aprendido

Existen dos tipos básicos de cosas que nos desagradan. Primero, están los estímulos aversivos incondicionados. Estos vienen de fábrica en tu hardware biológico: el dolor físico, el frío extremo, los ruidos ensordecedores o los sabores muy amargos (veneno potencial). No necesitas ir a la escuela para saber que poner la mano en el fuego es una mala idea.

Pero luego está la categoría interesante: los estímulos aversivos condicionados. Estas son cosas neutras que hemos aprendido a odiar o temer por asociación o experiencia. Un perro es solo un animal peludo, pero si te mordió uno de niño, tu cerebro etiqueta «perro» en la carpeta de «Amenaza Mortal».

Básicamente, tu cerebro es un bibliotecario paranoico que archiva «hablar con mi jefe» en la misma estantería que «ser perseguido por un león».

El análisis: Entender esta diferencia es crucial. Si tu aversión es aprendida, significa que puede ser desaprendida. No estamos condenados a odiar los lunes para siempre.

2. La «No-Soportantitis»: El arte de exagerar el malestar

Aquí es donde la Terapia Racional Emotiva (TRE) nos da una bofetada de realidad. A menudo, lo que hace que un estímulo sea verdaderamente aversivo no es el estímulo en sí, sino nuestra Baja Tolerancia a la Frustración, o lo que Albert Ellis llamaba cariñosamente «No-Soportantitis».

Tendemos a confundir lo que es simplemente «incómodo», «molesto» o «doloroso» con algo que es «terrible» o «insoportable». Si estás en un atasco de tráfico, es objetivamente molesto. Pero si te dices a ti mismo «¡No puedo soportar esto, es horrible!», estás transformando una molestia menor en una tortura psicológica autoinfligida.

Spoiler: Sí puedes soportarlo. No te vas a derretir por esperar 10 minutos más; no eres un helado.

«La incomodidad, del ‘no puedo soportarlo’… Las consecuencias indeseables, de las ‘terribles’.»

El análisis: Al cambiar tu vocabulario interno de «insoportable» a «incómodo pero manejable», le quitas el poder al estímulo aversivo. Le bajas el volumen a la alarma de tu cerebro.

3. La Interpretación es el Rey

Finalmente, la razón principal por la que algo nos resulta desagradable radica en el Modelo ABC de la psicología cognitiva. El evento (A) no causa la emoción (C); es tu creencia o interpretación (B) lo que lo hace.

Si alguien te mira fijamente en el metro (Estímulo Aversivo Potencial), tu reacción depende 100% de tu interpretación. Si piensas «Me está juzgando, debo tener algo en la cara», sentirás ansiedad y vergüenza. Si piensas «Quizás le recuerdo a alguien o le gusta mi chaqueta», sentirás curiosidad o halago. El estímulo es el mismo (ojos mirando), pero la aversión es creada por tu narrativa interna.

No es lo que te pasa, es la película que te montas en tu cabeza sobre lo que te pasa.

El análisis: Reconocer que somos los guionistas de nuestras propias pesadillas nos da el poder de reescribir el guion. Podemos transformar un estímulo aversivo en uno neutro simplemente cambiando la etiqueta que le ponemos


Trastornos mentales de Los Simpson: 10 personajes y sus “locuras” más conocidasTrastornos mentales de Los Simpson: 10 personajes y sus “locuras” más conocidas21 de septiembre de 2025Psicólogo Juan José Hernández Lira

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