Según la terapia racional emotiva conductual (TREC), una de las formas más efectivas de afrontar los problemas y las emociones negativas es cambiar los pensamientos irracionales por otros más racionales y adaptativos. Esto se aplica también a los desafíos que implica la paternidad y la crianza en una relación de pareja, que pueden generar estrés, frustración, culpa, resentimiento o conflicto.
La TREC propone que no son las situaciones las que nos afectan emocionalmente, sino la forma en que las interpretamos y las valoramos. Por ejemplo, si ante una rabieta de nuestro hijo pensamos que es un niño insoportable y que somos unos padres incompetentes, nos sentiremos enfadados y desesperados. Pero si pensamos que es una conducta normal en su desarrollo y que podemos ayudarle a regular sus emociones, nos sentiremos más tranquilos y comprensivos.
Así pues, la clave está en identificar y modificar los pensamientos irracionales que nos impiden disfrutar de la paternidad y la crianza, y que pueden afectar negativamente a nuestra relación de pareja. Algunos ejemplos de estos pensamientos son:
– Debo ser un padre o una madre perfecto/a y satisfacer todas las necesidades de mi hijo/a.
– Mi pareja debe estar siempre de acuerdo conmigo en la forma de educar a nuestro hijo/a.
– Si mi hijo/a se porta mal o tiene dificultades, es porque he fallado como padre o madre.
– Mi pareja debe anteponer siempre el bienestar de nuestro hijo/a al suyo propio y al nuestro como pareja.
– Si discuto con mi pareja delante de nuestro hijo/a, le estoy haciendo un daño irreparable.
Estos pensamientos son irracionales porque son exigencias absolutas e inflexibles, que no se ajustan a la realidad y que generan emociones negativas intensas. Para cambiarlos, podemos usar algunas preguntas como:
– ¿Qué evidencia tengo para sostener este pensamiento?
– ¿Qué consecuencias tiene este pensamiento para mí y para mi pareja?
– ¿Qué alternativa más racional y flexible puedo encontrar?
– ¿Qué beneficios me aportaría este nuevo pensamiento?
Al responder a estas preguntas, podemos llegar a sustituir los pensamientos irracionales por otros más racionales, como:
– Me esfuerzo por ser un buen padre o una buena madre, pero no soy perfecto/a y puedo cometer errores.
– Mi pareja y yo podemos tener opiniones diferentes sobre la educación de nuestro hijo/a, y podemos dialogar y negociar para llegar a un acuerdo.
– El comportamiento y el desarrollo de mi hijo/a dependen de muchos factores, y no solo de mi actuación como padre o madre.
– Mi pareja y yo tenemos derecho a cuidar de nosotros mismos y de nuestra relación, además de ocuparnos de nuestro hijo/a.
– Si discuto con mi pareja delante de nuestro hijo/a, puedo reparar el daño hablando con él/ella y explicándole lo que ha ocurrido.
Estos pensamientos son más racionales porque son preferencias flexibles y realistas, que se adaptan mejor a la situación y que generan emociones más positivas o menos negativas. Al adoptarlos, podremos manejar mejor los desafíos de la paternidad y la crianza en una relación de pareja, y mejorar nuestro bienestar personal y familiar.


