La autoestima es la valoración que tenemos de nosotros mismos, de nuestras capacidades, habilidades y cualidades. La ansiedad social es el miedo excesivo e irracional a ser juzgado o rechazado por los demás en situaciones sociales. Ambos conceptos están estrechamente relacionados, ya que la forma en que nos percibimos influye en cómo nos comportamos y cómo nos sentimos ante los demás.
La baja autoestima puede ser un factor de riesgo para desarrollar ansiedad social, pues las personas que se sienten inferiores o inadecuadas tienden a tener más pensamientos negativos sobre sí mismas y sobre las situaciones sociales. Estos pensamientos generan anticipación, evitación y malestar ante las interacciones sociales, lo que dificulta el desarrollo de habilidades sociales y refuerza la baja autoestima.
Por otro lado, la ansiedad social puede afectar negativamente a la autoestima, pues las personas que la padecen suelen tener una imagen distorsionada de sí mismas y de cómo son percibidas por los demás. Además, al evitar o escapar de las situaciones sociales, se pierden oportunidades de recibir feedback positivo, de aprender de los errores y de mejorar la confianza en uno mismo.
Por lo tanto, la relación entre la autoestima y la ansiedad social es bidireccional y compleja. Para romper este círculo vicioso, es importante trabajar tanto en el fortalecimiento de la autoestima como en el manejo de la ansiedad social. Algunas estrategias que pueden ayudar son:
– Identificar y cuestionar los pensamientos negativos sobre uno mismo y sobre las situaciones sociales.
– Exponerse gradualmente a las situaciones sociales que generan ansiedad, sin evitarlas ni escapar de ellas.
– Practicar habilidades sociales como la comunicación asertiva, la escucha activa y el lenguaje corporal.
– Reconocer y valorar los logros personales, las fortalezas y las cualidades propias.
– Buscar apoyo profesional si la ansiedad social o la baja autoestima interfieren con el bienestar o el funcionamiento diario.


