La historia de Lucas y su jefe «El Tigre»
Lucas era un tipo tranquilo… al menos eso pensaba hasta que llegó un nuevo jefe, al que todos llamaban «El Tigre». No era porque fuera feroz, sino porque tenía el extraño don de hacer que Lucas explotara emocionalmente con solo dos palabras: «¿Otra vez?». Cada vez que escuchaba esas palabras en referencia a su trabajo, sentía como si una bomba de confeti, pero sin lo divertido, estallara dentro de él. Una mezcla de rabia, frustración y ganas de escribir un correo renuncia épico lo dominaban.
Un día, después de una discusión que terminó con Lucas gritando en silencio (porque no quería que lo despidieran), su mejor amigo Paco le dijo:
—Lucas, creo que el problema no es «El Tigre», sino cómo reaccionas ante él. Estás siendo emocionalmente reactivo.
—¿Emocionalmente qué? —respondió Lucas, mientras buscaba en Google la definición.
Paco le explicó que ser emocionalmente reactivo era como estar en modo «piloto automático». Cada vez que algo nos incomoda, nuestra mente salta directamente a la reacción sin detenerse a pensar. Es como si el cerebro estuviera en una montaña rusa emocional sin frenos.
3 Consejos para Identificar y Manejar la Reactividad Emocional
1. Reconoce las señales físicas.
¿Tu corazón late más rápido? ¿Se te tensan los hombros o sientes calor en las mejillas? Esas son las luces de advertencia de que estás a punto de reaccionar sin pensar. Lucas se dio cuenta de que cada vez que «El Tigre» hablaba, su cuello se ponía tan rígido que parecía una estatua griega.
2. Haz una pausa antes de responder.
La próxima vez que sientas que te estás calentando, respira profundamente y cuenta hasta 5 (o hasta 50, si es necesario). Lucas comenzó a imaginar que cada comentario de su jefe era como un gatito maullando, en lugar de un tigre rugiendo. No solucionaba todo, pero lo calmaba.
3. Cambia la narrativa en tu cabeza.
La mayoría de las veces reaccionamos porque interpretamos las cosas de manera personal. Lucas aprendió a cuestionar sus pensamientos:
—¿Y si «El Tigre» no está atacándome, sino tratando de ayudarme (de una forma torpe)?
Reflexión Final
Después de aplicar estos consejos, Lucas se dio cuenta de que su jefe no era un tigre, sino más bien un gato nervioso. Aprender a gestionar su reactividad emocional no solo mejoró su relación laboral, sino que también le permitió sentirse más en control de sus emociones.
Recuerda que, como decía la abuela de Lucas:
«Las emociones son como los pájaros: no puedes evitar que vuelen sobre ti, pero sí que hagan un nido en tu cabeza.» 🕊️
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