¿Qué hacer cuando no te sientes suficiente? Una historia que podría ser la tuya

3–5 minutos

  1. La historia de Laura: cuando lo que haces nunca parece ser suficiente
  2. El peso invisible de las exigencias
  3. El momento de quiebre
  4. El punto de inflexión: lo que cambió su historia
  5. El clímax: la entrevista, ahora sí
  6. Epílogo: no se trata de ser más, sino de aceptarte más
  7. Mensaje final

La historia de Laura: cuando lo que haces nunca parece ser suficiente

Laura tiene 32 años y, desde fuera, parece tenerlo todo. Un buen empleo, amigos que la quieren, una pareja estable. Pero hay algo que nadie ve: cada logro le deja un vacío. Cada cumplido, una duda. Cada vez que alguien le dice “¡qué bien lo hiciste!”, una vocecita le responde: «pero podrías haberlo hecho mejor.»

Durante años, Laura ha cargado con la sensación de no ser suficiente. No lo recuerda con claridad, pero cree que comenzó en la secundaria, cuando todo se trataba de ser la mejor: la mejor alumna, la amiga más leal, la hija ejemplar. Y cuando no lo era —o simplemente lo sentía así—, se reprochaba en silencio.

Lo que más deseaba era descansar. No físicamente, sino mentalmente. Poder sentir, al menos una vez, que estaba bien tal como era.


El peso invisible de las exigencias

Una tarde, después de una reunión de trabajo en la que le reconocieron públicamente un excelente proyecto, Laura salió del edificio con el estómago revuelto. En vez de alegría, sintió una punzada: “Si supieran cuántos errores cometí antes de entregarlo…”.

Al llegar a casa se desplomó en el sofá. Estaba exhausta. No por el trabajo, sino por esa voz interna que no le daba tregua.

Comenzó a buscar ayuda y leyó sobre algo llamado Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC). Lo primero que encontró fue una frase que le hizo ruido:

“No es lo que nos pasa lo que nos perturba, sino lo que nos decimos sobre lo que nos pasa”.

Empezó a notar cuántos “debería” y “tendría que” gobernaban sus días:

  • “Debería estar más delgada”
  • “Tendría que lograr más en menos tiempo”
  • “No puedo equivocarme”

Estas creencias —aprendidas, rígidas e irracionales— eran como barrotes invisibles que la mantenían atrapada.


El momento de quiebre

Una mañana, mientras se alistaba para una entrevista interna para un ascenso, Laura sintió un nudo en el estómago. No por nervios, sino por miedo paralizante. Pensó: “No voy a poder. Se van a dar cuenta de que soy una farsa.”

Esa fue la gota que rebalsó el vaso. Canceló la entrevista y se encerró a llorar. Esa noche escribió en su diario: “Estoy cansada de sentir que no alcanzo. Ni siquiera sé a qué estoy tratando de llegar.”


El punto de inflexión: lo que cambió su historia

Con ayuda terapéutica, Laura aplicó el modelo ABC de la TREC:

  • A (Acontecimiento): No obtener siempre la validación esperada.
  • B (Creencia): “Si no me aprueban, entonces no valgo”
  • C (Consecuencia): Ansiedad, culpa, autoexigencia desbordada.

Comenzó a debatir estas creencias con preguntas como:

  • ¿Dónde está escrito que necesito ser perfecta para valer?
  • ¿Me ayuda esta idea o me hunde?
  • ¿Qué evidencia tengo realmente de que no soy suficiente?

Poco a poco, reemplazó su creencia por una más racional:

“Preferiría hacer las cosas bien y recibir reconocimiento, pero si no ocurre, sigo siendo una persona valiosa.”

No fue mágico. Tampoco inmediato. Pero por primera vez en años, Laura respiró con alivio al cometer un error y no crucificarse por ello. Ese pequeño cambio marcó un antes y un después.


El clímax: la entrevista, ahora sí

Dos meses después, volvió a postularse. Su voz temblaba un poco al entrar en la sala, pero no por miedo a ser “descubierta”, sino por la emoción de haber llegado hasta allí sin traicionarse a sí misma.

Cuando le preguntaron por sus logros, no exageró ni se disculpó. Cuando le cuestionaron una decisión, no se defendió con ansiedad. Respondió con tranquilidad. Estaba haciendo lo mejor que podía, y eso bastaba.

Salió de la sala sintiendo, por fin, algo parecido a paz.


Epílogo: no se trata de ser más, sino de aceptarte más

Hoy, Laura no se siente suficiente todos los días. Pero aprendió a no dejar que esa sensación la defina. Y sobre todo, dejó de perseguir un estándar inalcanzable que ni siquiera era suyo.

Entendió que:

“Ser suficiente no es una meta que se alcanza, es una relación que se construye contigo mismo.”

Ahora se repite frases como:

  • “Mi valor no depende de lo que logro.”
  • “No tengo que ser perfecta para ser digna de amor.”
  • “Está bien no ser la mejor. Ya soy valiosa tal como soy.”

Mensaje final

Si alguna vez sentiste que no eras suficiente, recuerda esto: esa creencia no es un hecho, es una idea aprendida. Y como toda idea, puede cambiarse.

Lo que tú piensas sobre ti no es la verdad absoluta. Y no estás obligado a seguir repitiéndote lo mismo.

Aprende a hablarte con la misma compasión con la que consolarías a un amigo. Esa voz también puede ser tuya.



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