Andrea era una mujer joven con muchas metas y sueños. Soñaba con estudiar, trabajar, mantener amistades, y aún así, tener tiempo para disfrutar su serie favorita en las noches. Sin embargo, su vida parecía una maratón sin línea de meta. Sentía que corría todo el tiempo, pero siempre llegaba tarde a alguna parte: al trabajo, a sus compromisos, o incluso a sus propios sueños.
Un día, tras perder una reunión importante, Andrea decidió analizar por qué siempre estaba corriendo tarde. En el proceso, aprendió valiosas lecciones sobre cómo administrar su tiempo, y con ello transformó su vida.
El problema detrás de «correr tarde»
Sentir que siempre estamos corriendo tarde puede deberse a varios factores, como:
- Sobrecarga de tareas: Decimos «sí» a todo, creyendo que podemos con todo.
- Subestimación del tiempo: Pensamos que 15 minutos son suficientes para algo que toma 30.
- Falta de claridad en prioridades: No sabemos qué es realmente importante, así que intentamos hacerlo todo.
Andrea se dio cuenta de que su calendario estaba saturado de compromisos que ni siquiera eran esenciales para sus objetivos. Además, siempre calculaba mal el tiempo necesario para cada actividad, y su indecisión hacía que postergara tareas importantes.
Tres consejos prácticos para gestionar el tiempo
- Haz una lista de prioridades: Andrea comenzó a usar la regla de Eisenhower, separando sus tareas en importantes, urgentes, no importantes y no urgentes. Esto le permitió enfocarse en lo que realmente importaba, dejando de lado actividades irrelevantes.
- Establece márgenes de tiempo realistas: En lugar de planear cada minuto del día, Andrea añadió colchones de tiempo entre tareas. Esto le permitió manejar imprevistos y evitar sentirse constantemente atrasada.
- Aprende a decir «no»: Andrea trabajó en su asertividad, aprendiendo a decir «no» a compromisos innecesarios. Descubrió que cada vez que decía «sí» a algo que no importaba, decía «no» a sus propios sueños.
La transformación
Al aplicar estos consejos, Andrea notó un cambio significativo. No solo llegaba a tiempo, sino que también comenzó a disfrutar más de su día. «El tiempo no se escapa; nosotros lo desperdiciamos», reflexionó un día mientras disfrutaba de un café en calma, algo que antes parecía imposible.
Reflexión final
Si sientes que siempre estás corriendo tarde, recuerda que gestionar tu tiempo es un acto de amor propio. Identifica tus prioridades, ajusta tus expectativas y deja de intentar hacerlo todo.
💡 «El tiempo no se pierde; se invierte. Decide conscientemente en qué invertirás tu día y deja de correr para comenzar a vivir.»



