La historia de Gaby y el espejo que nunca mentía
Gaby tenía 36 años y una colección secreta de inseguridades que guardaba mejor que sus perfumes. Desde fuera, era la mujer que lo tenía todo: un trabajo estable, una familia que la adoraba, amigos fieles. Pero cada vez que se miraba al espejo, no veía nada de eso. Solo veía a alguien… “no suficiente”.
Suficiente para quién, no sabía exactamente. Pero el vacío era real.
Una mañana, después de una reunión donde su jefe aplaudió su trabajo, salió al baño, se encerró en un cubículo, y lloró. ¿Por qué? Porque esa vocecita en su mente le susurró: “Tuviste suerte esta vez. La próxima, seguro fallas”.
Esa voz, amigos, no era su enemiga externa. Era la versión más cruel de ella misma.
Cuando el monstruo vive dentro
Muchos de nosotros tenemos ese monstruo invisible. El que nos dice que no somos lo bastante buenos, atractivos, inteligentes, exitosos, interesantes. Nos comparamos con el éxito ajeno como si fuera una prueba de nuestro fracaso. Vemos Instagram como un catálogo de vidas perfectas y nos olvidamos de que las fotos no muestran las lágrimas que se secan antes del clic.
Pero aquí viene el giro: no necesitas esperar a “sentirte suficiente” para actuar como si lo fueras.
¿Y entonces qué hizo Gaby?
Un día, después de una noche larga de insomnio y ansiedad, Gaby decidió hacer algo radicalmente simple: se sentó frente al espejo, se miró a los ojos y dijo en voz alta:
“Hoy, aunque no me sienta suficiente, voy a actuar como si lo fuera. Porque esperar a creerlo me está robando la vida.”
Y lo repitió. Todos los días.
Empezó a celebrar sus logros (incluso si eran pequeños como responder un correo difícil o salir a caminar). Se regaló tiempo para lo que le hacía bien. Dijo “no” sin justificar. Pidió ayuda sin culpa. Y cada día, un pedacito de ese monstruo se desmoronaba.
Consejos prácticos para cuando tú tampoco te sientes suficiente
- Habla contigo como lo harías con alguien que amas. ¿Le dirías a tu mejor amiga que es un fracaso por no lograr todo? No. Entonces tampoco te lo digas tú.
- Haz una lista de tus “pequeños logros” del día. Contar victorias mínimas cambia la narrativa interna.
- Recuerda: sentir algo no lo convierte en verdad. Puedes sentirte inadecuado y aun así ser brillante.
- Rodeate de personas que te recuerden quién eres cuando tú lo olvidas.
- Haz cosas que refuercen tu autoestima, no que la roben: decir “no”, darte pausas, moverte, crear, disfrutar.
Una frase para cerrar (y compartir):
“No tienes que sentirte suficiente para empezar a vivir como si lo fueras. A veces, la fe viene después del primer paso.”
Guárdala. Repítela. Compártela con alguien que hoy también necesita recordarlo.



