Hay una especie de leyenda urbana psicológica que dice que si no te dolió, no valió la pena. Que si no sufriste, no aprendiste. Que si no te desvelaste, sangraste y lloraste bajo la lluvia con música dramática de fondo, entonces no te lo ganaste.
Y perdón, pero… ¿quién firmó ese contrato?
Albert Ellis estaría dando vueltas en su tumba de tanta exigencia irracional por metro cuadrado. Porque en el mundo TREC, lo que cuenta no es cuán dramáticamente sufriste, sino cómo pensaste, cómo actuaste y, sobre todo, cómo elegiste cuidarte mientras avanzabas.
Lograr cosas con esfuerzo no implica que debas arrastrarte por vidrios rotos emocionales. Es como si dijéramos: “Si no me duele, no cuenta”. ¿En serio? ¿Estamos en un reality show o construyendo una vida?
La exigencia de “debe doler” es una de esas ideas irracionales que Ellis identificó como enemigos públicos del bienestar emocional: es una creencia absolutista que convierte cualquier logro en una penitencia. Es el primo lejano del catastrofismo y el hermano incómodo de la baja tolerancia a la frustración
La buena noticia es que podemos cambiar esa idea. Porque la verdad es que:
- Puedes lograr cosas desde la curiosidad, no desde la culpa.
- Puedes aprender desde la práctica amable, no desde la tortura mental.
- Puedes cambiar desde el deseo y no desde la condena.
¿Que a veces duele? Claro. Hay cosas difíciles. Hay madrugadas pesadas y días grises. Pero eso no hace el logro más válido. Solo lo hace… más incómodo. Y las incomodidades, en el mundo TREC, son aceptables, tolerables, no terribles
Así que la próxima vez que te encuentres pensando “esto no me costó tanto, entonces no vale”, recuerda:
“Preferiría que las cosas me costaran menos sufrimiento, y aún así tener derecho a sentirme orgulloso de mis logros.”
Porque sí: se puede aprender sin desmoronarse, se puede triunfar sin sufrir, y se puede crecer sin tener que ganarse el derecho a existir con cada paso.
Así que sonríe, disfruta, avanza. Aunque no duela. Sobre todo si no duele.



