Imagina que estás en una fila larguísima del supermercado, con hambre, sin audífonos, y justo cuando decides respirar profundo… el de adelante empieza a discutir con la cajera sobre un descuento de 50 centavos. En ese momento, la vida te da dos caminos: uno, entrar en modo volcán en erupción. El otro, modo monje zen con WiFi. ¿Cuál eliges?
Este dilema cotidiano revela uno de los superpoderes más ignorados del ser humano: saber distinguir entre lo que puedes controlar y lo que no.
Sí, suena a frase de taza motivacional… pero espera, que esto se pone bueno.
¿Por qué insistimos en controlar lo incontrolable?
Porque somos unos control-freaks emocionales con alma de ingeniero: queremos que el tráfico fluya, que la gente nos entienda sin explicar, que nuestro ex nos recuerde con cariño y que el WiFi funcione en el baño. Spoiler: nada de eso está bajo tu control. Bueno, quizá lo del WiFi si mueves el router…
La Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC) lo dice claro: la mayoría de nuestro sufrimiento viene de querer que la vida sea como debería ser, no como es. Y ahí empieza la novela, con el protagonista: “el debería”. El villano: “la realidad”.
¿Y entonces qué sí puedes controlar?
✔ Lo que te dices a ti mismo cuando las cosas no salen como querías.
✔ Si te bajas del drama o si pides doble ración.
✔ Tu decisión de no convertir un error en tu identidad («fallé en eso» no es igual a «soy un fracaso»).
✔ Si tomas agua o tomas venganza (spoiler: el agua hidrata más).
¿Y lo que no?
❌ El clima.
❌ La opinión de tu cuñado.
❌ El humor del algoritmo.
❌ El pasado.
❌ Que el elevador se detenga justo en tu piso (ley de Murphy).
Cómo hacer las paces con lo incontrolable (sin necesidad de incienso)
- Haz un inventario: ¿Esto está en mis manos o en las del destino, el SAT o el karma?
- Ríete del absurdo: Si vas a sufrir, al menos que sea con humor.
- Entrena tu músculo de “esto también pasará”: Nadie dijo que sería fácil, pero sí que sería posible.
- Reemplaza exigencias por preferencias: “Me gustaría que no me cancelaran” es mejor que “¡No debería pasarme esto otra vez!”
Final con abrazo (mental)
Aceptar que no controlas todo no es resignarte. Es dejar de pelear con la marea y empezar a surfearla con estilo. Es como cuando te das cuenta de que tus plantas no crecen más rápido porque las mires feo: tú puedes regarlas, ponerles sol… pero no puedes apurarlas. Así con la vida.
Recuerda esto: no controlar todo no te hace débil. Te hace humano. Y si lo piensas bien… eso ya es bastante poderoso.
La próxima vez que sientas que el mundo te lleva por donde quiere, respira. Tal vez no puedas cambiar la marea, pero sí puedes decidir si flotas, nadas… o te haces el muerto un rato. Todo se vale. 🛶💪



