El silencio que grita por dentro
A Clara nadie la escuchaba, pero su mente gritaba. Tenía 34 años, madre de dos, contadora pública, esposa, hija, amiga… y también un volcán a punto de hacer erupción. No era una persona agresiva. Al contrario, muchos la describirían como amable, correcta, eficiente. Pero por dentro, el nudo en el pecho, los pensamientos dando vueltas, y esa sensación de estar al borde de un colapso, eran una tormenta silenciosa.
Cada vez que uno de sus hijos le pedía algo mientras ella intentaba terminar un informe para su jefe, sentía una punzada. No por el pedido en sí, sino por la sobrecarga. Por no poder respirar. Por no poder decir: «necesito parar».
Y un día, estalló. Gritó por primera vez en años. Se encerró en el baño, se sentó en el piso, y lloró. Lloró de rabia, de impotencia, de miedo. “¿Qué me pasa? ¿Por qué no puedo con esto?”, se repetía mientras sus manos temblaban.
Cuando tu mente se convierte en tu peor enemigo
Lo que Clara vivía no era raro. Muchos pasamos por ese punto de saturación donde sentimos que estamos a una gota más de derramar el vaso. Ese momento donde uno siente que va a explotar… pero por dentro. En apariencia todo está bien, pero mentalmente estamos al borde.
Ella no lo sabía entonces, pero estaba atrapada en una cadena de pensamientos irracionales, típicos de lo que en Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC) se llama exigencias absolutistas:
- “Tengo que hacerlo todo bien o soy un fracaso.”
- “No debería sentirme así, soy una adulta.”
- “No puedo permitirme fallar.”
- “Mi familia depende de mí, no puedo parar.”
Estas ideas, aparentemente motivadoras, son en realidad el combustible del sufrimiento emocional. Clara se exigía tanto que confundía querer hacer las cosas bien con tener que ser perfecta. Y esa trampa mental, silenciosa y común, la estaba agotando.
El momento del quiebre (y el inicio de algo nuevo)
Después de aquel episodio, Clara hizo algo distinto. Por recomendación de una amiga, buscó apoyo profesional. Fue en esa primera sesión de terapia donde escuchó por primera vez el modelo ABC de la TREC:
- A: Algo ocurre (por ejemplo, el jefe le exige un informe urgente).
- B: Ella interpreta el hecho como “si no lo entrego perfecto, decepcionaré a todos”.
- C: Siente ansiedad, frustración, culpa, y se colapsa.
El problema no era el informe. Ni siquiera su jefe. Era la creencia que había entre medio. Fue entonces cuando su terapeuta le preguntó algo simple, pero poderoso:
“¿Dónde está escrito que tienes que poder con todo, todo el tiempo?”
El poder del pensamiento alternativo
Clara comenzó a entrenarse en detectar sus pensamientos irracionales. Con el tiempo, logró transformar frases como:
- “No puedo fallar” → “Prefiero no fallar, pero puedo equivocarme y aprender.”
- “Esto es terrible” → “Es molesto, pero no catastrófico. Lo puedo manejar.”
- “No debería sentir esto” → “Siento esto, y está bien. Las emociones no son errores.”
Empezó a experimentar algo nuevo: autoaceptación incondicional. No perfecta. No libre de errores. Humana.
Descubrió que calmar la mente no siempre significa meditar o respirar profundo (aunque ayudan). A veces, la verdadera calma viene de cómo te hablas a ti misma.
El día que respiró distinto
Un día, uno de sus hijos rompió un vaso mientras ella cocinaba con prisa. Clara sintió la tensión empezar a subir. Pero esta vez se detuvo. Se dijo: “No es el vaso. Es la idea de que todo tiene que salir bien o estoy fallando. Y eso ya no lo creo.”
Respiró. Le dijo al niño con voz firme pero serena: “No pasa nada, vamos a recogerlo juntos”.
Y algo cambió. No por fuera, sino por dentro.
¿Qué aprendió Clara?
Clara no dejó de tener días difíciles. Pero dejó de explotar por dentro. Entendió que:
- Sus emociones eran válidas, incluso las incómodas.
- Podía equivocarse sin perder su valor.
- No todo lo molesto es terrible.
- No necesita cumplir con todas las expectativas para ser suficiente.
La clave para calmar su mente no fue eliminar el estrés de su vida, sino aprender a pensar de forma más amable, lógica y realista.
Si tú también sientes que estás por explotar…
Haz una pausa. Pregúntate:
- ¿Qué me estoy exigiendo ahora que podría cambiar por una preferencia?
- ¿Estoy viendo esta situación como una catástrofe cuando solo es un mal momento?
- ¿Estoy aceptando que soy humana, o estoy tratando de ser una máquina?
Tal vez, como Clara, necesitas aprender a hablarte mejor. A darte permiso para sentir. Para soltar lo imposible. Y sobre todo, a cambiar el deber por el deseo, el juicio por la comprensión, el castigo por la compasión.
Mensaje final
Clara aprendió que calmar su mente no era desconectarse del mundo, sino reconectarse consigo misma. Descubrió que no tenía que esperar a explotar para empezar a sanar. Y que cada pensamiento racional que eligiera, era un paso hacia una vida más ligera.
Porque no siempre puedes evitar sentirte mal, pero sí puedes aprender a no lastimarte con lo que piensas.
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