«El día que descubrí que los pensamientos negativos no son órdenes»

3–5 minutos

  1. Un pensamiento que lo cambia todo
  2. El conflicto invisible: la tiranía del pensamiento
  3. El punto de quiebre
  4. La emoción de elegir otra historia
  5. El final no perfecto, pero sí transformador
  6. Mensaje final

Artículo:

A veces, un simple pensamiento puede arruinarte el día. Eso fue lo que le pasó a Carla. Tenía 32 años, era diseñadora gráfica y solía considerarse una mujer “sensata”, hasta que se encontró en un bucle mental que parecía no tener fin. “No soy suficiente”, “todo lo arruino”, “no debería sentirme así”… eran frases que se repetía sin parar. Lo curioso es que no sabía de dónde venían. Solo sabía que estaban ahí. Todo el tiempo.

Carla quería sentirse mejor. Pero no sabía por dónde empezar.

Un pensamiento que lo cambia todo

Todo comenzó una mañana de lunes, mientras esperaba su turno en el banco. Había olvidado un documento importante y empezó a pensar: “Qué estúpida soy. Siempre hago lo mismo. Seguro todos me están mirando y piensan que soy una incompetente”. De repente, su corazón se aceleró, sentía calor en la cara, quería salir corriendo. Pero se quedó. Congelada. En silencio.

Esa tarde, en una sesión de terapia, le contó a su psicóloga lo ocurrido. Esperaba algún tipo de consuelo, pero en cambio recibió una pregunta:

—¿Y si te dijera que esos pensamientos no son órdenes? —le dijo la terapeuta—. ¿Que puedes desobedecerlos?

Carla no respondió. Se quedó mirándola. Esa pregunta la descolocó. ¿Desobedecer lo que pienso?

Fue ahí cuando empezó todo.

El conflicto invisible: la tiranía del pensamiento

Carla llevaba años atrapada en una prisión invisible: su propio diálogo interno. No sabía que existía una diferencia entre lo que uno piensa y lo que es cierto. Para ella, si su mente decía que era una inútil, entonces debía ser verdad.

La terapia le presentó un modelo nuevo: el ABC de Albert Ellis. A (Acontecimiento), B (creencias) y C (consecuencias emocionales). Su ansiedad no venía del olvido del documento (A), sino de lo que ella se decía a sí misma sobre eso (B): “Esto demuestra que soy un desastre”.

Esa creencia, irracional, absoluta y condenatoria, era lo que generaba la emoción abrumadora (C): vergüenza, ansiedad, bloqueo. Y, a menudo, evitación.

El punto de quiebre

La transformación no fue inmediata. Durante semanas, Carla trabajó con su terapeuta para identificar esas “órdenes internas” que daba por verdades: “Debo hacer todo perfecto”, “La gente debe gustar de mí”, “No puedo fallar”. Esas exigencias ocultas se escondían debajo de cada pensamiento hiriente.

Hubo un día clave.

En una reunión de trabajo, cometió un error con una presentación. Sintió el impulso automático: “Soy una inútil. Me van a despedir”. Pero esta vez, algo fue distinto. Se detuvo. Respiró. Y se preguntó:

—¿Dónde está escrito que no puedo cometer errores? ¿Esto me convierte en inútil… o solo fue un error?

Fue la primera vez que no obedeció al pensamiento. No se lo creyó. No lo alimentó. Lo cuestionó.

Y se sintió… libre.

La emoción de elegir otra historia

A partir de ahí, Carla comenzó a construir nuevas creencias, más amables, más realistas:

  • “Me gustaría hacerlo bien, pero si me equivoco, sigo siendo valiosa.”
  • “Que alguien no esté de acuerdo conmigo no significa que valgo menos.”
  • “No todo pensamiento que tengo merece ser creído.”

No era magia. Era trabajo. A veces retrocedía. A veces se lo olvidaba. Pero volvió una y otra vez al mismo punto: su valor no dependía de no equivocarse, ni de pensar “bonito”, sino de saber quién era más allá de sus pensamientos.

Y con eso, cambió todo.

El final no perfecto, pero sí transformador

Hoy, Carla sigue siendo la misma mujer. Tiene días buenos y días malos. Se olvida cosas. Se equivoca. Pero ya no se llama a sí misma “inútil” por eso. Ya no se castiga mentalmente por cada tropiezo. Aprendió a distinguir entre su voz racional y esa otra voz, exagerada, rígida, que aprendió en algún momento de su vida… y que ya no necesita obedecer.

Carla aprendió que los pensamientos negativos no son órdenes. Son frases. Ideas. Algunas útiles, otras no tanto. Algunas absurdas. Otras dolorosas. Pero ninguna tiene poder por sí sola. A menos que tú se lo des.


Mensaje final

Carla entendió que no todo lo que piensa es verdad, y que puede vivir mejor si elige qué pensamientos escuchar. Aprendió a cuestionar las ideas absolutistas, a no dramatizar lo incómodo y, sobre todo, a aceptarse incondicionalmente. A ti también puede pasarte. Y si hoy sientes que tu mente te ataca, recuerda: puedes aprender a hablarte distinto. No tienes que creer todo lo que piensas.


¿Te sientes identificado? No estás solo. Todos tenemos pensamientos que nos sabotean. Pero no son órdenes. Puedes aprender a desobedecerlos.


Trastornos mentales de Los Simpson: 10 personajes y sus “locuras” más conocidasTrastornos mentales de Los Simpson: 10 personajes y sus “locuras” más conocidas21 de septiembre de 2025Psicólogo Juan José Hernández Lira

aceptación incondicional Agresividad Albert Ellis Ansiedad autoaceptación autoestima autoexigencia baja tolerancia a la frustración bienestar bienestar emocional Cambiar cambio emocional comunicación control emocional crecimiento personal creencias irracionales Depresión diálogo interno emociones emociones intensas emociones negativas enojo Estrés fff Insomnio Manejo de conductas Manejo de emociones Metas Motivación Pareja pensamiento irracional pensamientos irracionales perfeccionismo Recursos Resiliencia Responsabilidad emocional Salud Mental SaludMental Terapia Terapia Cognitivo Conductual terapia racional emotiva Terapia Racional Emotiva conductual Tolerancia a la Frustración Trastornos TREC

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Descubre más desde Psicólogo en línea