Cómo dejar de perseguir metas que no son realmente tuyas

4–5 minutos

  1. El ruido de lo que esperaban de ella
  2. Una sensación que no se va
  3. Cuando seguir el guion te deja vacío
  4. El momento de ruptura
  5. Redefinir el éxito: de afuera hacia adentro
  6. La libertad de cambiar de dirección
  7. ¿Y si tú también estás siguiendo un guion que no escribiste?
  8. Moraleja
  9. Si algo de esto te resonó…

El ruido de lo que esperaban de ella

A los 32 años, Laura parecía tenerlo todo. Arquitecta con máster, trabajaba en una firma reconocida, ganaba bien y vivía en un departamento moderno. Pero cada noche, al cerrar la computadora y mirar por la ventana, un pensamiento se colaba entre el silencio: “¿De verdad quiero esto?”

Laura era de esas personas organizadas, responsables, que cumplían. Su vida era una lista de logros: buenas notas, becas, ascensos. Desde adolescente había escuchado que debía “llegar lejos”. Y eso hizo. El problema era que el lugar al que había llegado se sentía lejano… de sí misma.


Una sensación que no se va

No era depresión, ni ansiedad. Era algo más difuso pero persistente: una sensación de estar viviendo la vida de otra persona. Aunque todo parecía ir “bien”, Laura se levantaba con una apatía sorda, y un domingo sí y otro también, sentía una tristeza sin causa clara.

Una tarde, después de una crisis frente al espejo —esas que no se ven desde fuera pero te quiebran por dentro— Laura escribió en su diario:

“¿Y si todo esto no es mío? ¿Y si solo fui buena siguiendo instrucciones?”


Cuando seguir el guion te deja vacío

En terapia, su psicóloga le propuso explorar un ejercicio de la Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC). ¿Qué creencias la llevaban a sostener ese estilo de vida? Poco a poco, salieron frases como:

  • “Si no aprovecho mi título, estoy desperdiciando mi vida.”
  • “Debo demostrar que puedo ser exitosa.”
  • “Mis papás siempre quisieron que tuviera algo ‘seguro’.”

Eran creencias cargadas de exigencias, como diría Ellis, su creador. Y detrás de ellas, estaba el miedo a decepcionar, a fallar, a no ser suficiente.


El momento de ruptura

Un jueves cualquiera, Laura llegó a terapia con los ojos brillantes, entre nervios y alivio. Había rechazado un nuevo ascenso.

“No quiero más de esto. No ahora. Lo dije con miedo… pero también con verdad”, contó.

Fue la primera vez en años que sintió que actuaba desde sí misma, no desde el deber.


Redefinir el éxito: de afuera hacia adentro

A partir de ese punto, Laura comenzó un proceso complejo pero liberador: diferenciar lo que deseaba de lo que le habían enseñado a desear.

En sesiones trabajó con su terapeuta la estructura ABC de la TREC:

  • A: “Me ofrecieron un nuevo cargo que no me entusiasma.”
  • B: “Debo aceptarlo, sería tonta si no lo hago. Todo el mundo esperaría que lo tome.”
  • C: Ansiedad, culpa, confusión.

A través del debate socrático, comenzó a cuestionar:

  • ¿Dónde está escrito que “debo” tomar algo que no quiero?
  • ¿No sería más lógico elegir lo que se alinea con mis valores actuales?
  • ¿Me ayuda a largo plazo esta idea?

La nueva creencia racional fue:

“Preferiría avanzar en mi carrera, pero no a costa de mi bienestar. Puedo elegir otro camino sin que eso signifique que valgo menos.”


La libertad de cambiar de dirección

Laura no dejó su profesión, pero sí cambió la forma de ejercerla. Tomó menos proyectos, se inscribió en un curso de ilustración digital —una pasión olvidada— y empezó a colaborar en proyectos sociales con enfoque arquitectónico.

No fue fácil. Enfrentó juicios, dudas y varios “¿Estás segura?”. Pero ahora respondía desde otro lugar: desde alguien que ya no necesitaba validarse a través de logros prestados.


¿Y si tú también estás siguiendo un guion que no escribiste?

Muchas personas viven atrapadas en metas heredadas: expectativas familiares, ideas culturales de éxito, o estándares que alguna vez fueron válidos… pero ya no lo son. Como Laura, tal vez tú también sientes esa incomodidad de fondo, esa intuición de que algo no encaja.

Y es que no hay logro que compense vivir desconectado de uno mismo.


Moraleja

Laura entendió que no hay éxito más valioso que el que se construye desde la verdad interna. Aprendió que se vale cambiar de rumbo, aunque eso implique decepcionar expectativas ajenas. Porque al final, vivir con propósito es atreverse a vivir tu propia historia.


Si algo de esto te resonó…

Hazte estas preguntas:

  • ¿Las metas que persigo son realmente mías?
  • ¿Estoy actuando por deseo o por deber?
  • ¿Qué necesito soltar para empezar a elegir con libertad?

Y recuerda: la valentía no está en seguir corriendo hacia una cima ajena, sino en detenerse, mirar dentro y elegir un camino propio.


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