“La verdad sobre la motivación: No siempre necesitas sentirte inspirado para actuar”

3–4 minutos

¿Qué pasaría si el impulso que tanto esperas nunca llega?

A Sofía, una diseñadora gráfica de 34 años, la motivación le parecía un animal escurridizo. Siempre creyó que para crear, para progresar, para salir adelante, debía esperar a “sentirse inspirada”. Pero últimamente, esa inspiración no llegaba. Los plazos se acumulaban, las ideas no fluían y ella comenzaba a sentirse como un fraude.

Cada mañana, se sentaba frente a su computadora con la esperanza de que esa chispa apareciera. Pero nada. Solo una pantalla en blanco. Entonces se decía: “Hoy no es el día, estoy bloqueada. Mejor espero a tener más ganas”.

Lo que Sofía no sabía es que estaba atrapada en una de las ideas irracionales más comunes: creer que necesitamos sentirnos motivados para empezar a actuar.


El conflicto invisible

Durante semanas, Sofía pospuso sus proyectos, dejó pasar oportunidades y se recriminaba su inacción. “¿Qué me pasa? Antes era creativa, antes era constante”. La frustración crecía. Con cada tarea sin empezar, su autoestima se resquebrajaba. Empezó a pensar que quizá ya no tenía talento. Que algo en ella se había roto.

Pero en el fondo, lo que más la dolía era esa sensación de estar esperando algo que nunca llegaba: ese “clic mágico” que le devolviera las ganas.


El punto de quiebre

Un día, su hermana menor, Clara, le dijo una frase que cambiaría su forma de pensar:
—Sofi, ¿y si no necesitas sentir ganas para empezar? ¿Y si empiezas y luego las ganas aparecen?

Esa noche, confundida pero intrigada, buscó en internet y encontró un video de un psicólogo que hablaba de la “motivación como consecuencia, no como causa”. Decía que muchas veces actuamos no porque estamos motivados, sino que nos motivamos porque actuamos.

Le hizo ruido. Recordó cómo cuando iba al gimnasio sin ganas, salía con energía. O cómo bastaba con lavar un solo plato para terminar limpiando toda la cocina.

Y pensó: “¿Y si pruebo solo 5 minutos?”


El pequeño paso que lo cambió todo

A la mañana siguiente, puso el cronómetro del celular. Se prometió trabajar en su proyecto solo cinco minutos. Solo eso. Nada de presión. Nada de resultados. Solo empezar.

Y sucedió algo inesperado. A los cinco minutos, no quería detenerse. Su mente se activó, las ideas empezaron a surgir. Esa pequeña acción había roto la parálisis. Terminó diseñando durante dos horas seguidas.

Ese día entendió que esperar la motivación era como esperar a que el clima sea perfecto para salir a correr: útil cuando llega, pero inútil como excusa.


De “necesito estar motivada” a “puedo actuar aunque no lo esté”

Durante las semanas siguientes, Sofía entrenó una nueva forma de pensar basada en la Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC). Se dio cuenta de que tenía una creencia irracional: “Debo sentirme inspirada para trabajar”. Aprendió a cuestionarla:

  • ¿Es realista esta idea? No. Ha habido muchas veces en que actuó sin estar motivada.
  • ¿Es útil pensar así? Definitivamente no. La bloquea.
  • ¿Qué pasaría si actuara sin esperar sentirse lista? Probablemente algo bueno. Como ya lo había comprobado.

Reemplazó su creencia por una nueva:
“Preferiría sentirme inspirada, pero no lo necesito. Puedo empezar con lo que tengo.”

Y ese cambio lo fue todo.


Clímax: El día en que no esperó

Un mes después, recibió una propuesta para un proyecto importante. El antiguo patrón mental reapareció: “No me siento a la altura. No tengo inspiración hoy”. Pero ahora sabía qué hacer.

Respiró hondo, puso el cronómetro y empezó por cinco minutos.

Esa noche, envió la propuesta.

Una semana más tarde, le dijeron que había sido seleccionada.

No porque tuviera más talento que los demás. Sino porque fue la única que no esperó a sentirse lista para actuar.


Desenlace: Más acción, menos drama

Hoy, Sofía sigue teniendo días sin ganas. Pero ya no se detiene por eso. Aprendió a distinguir entre emoción y decisión. Sabe que no siempre tendrá motivación, pero sí tiene la capacidad de empezar.

Y en ese empezar, casi siempre encuentra lo que necesita.


Mensaje final

La motivación no siempre aparece antes de actuar. A veces, llega después.
Esperarla puede paralizarte. Actuar, incluso sin ganas, puede liberarte.

Porque Sofía entendió que no necesitas sentirte inspirado para moverte. A veces, basta con moverte para empezar a sentir.



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