Imagina que te subes a un taxi y le dices al conductor: «Por favor, no me lleves al aeropuerto». El conductor te mirará confundido, arrancará el coche y probablemente acabes dando vueltas en círculos hasta que se acabe la gasolina. Esto, que suena absurdo en un taxi, es exactamente lo que hacemos cuando intentamos corregir el comportamiento de alguien (o el nuestro propio) basándonos únicamente en prohibiciones.
Decir «no hagas eso» crea un vacío. Detiene la acción momentáneamente, pero no ofrece una ruta alternativa. Para lograr un cambio real, necesitamos dejar de ser prohibicionistas y empezar a ser directores de orquesta.
1. El Error de la Ambigüedad Negativa
El cerebro humano tiene dificultades para procesar instrucciones puramente negativas sin visualizar primero la acción prohibida. Además, muchas veces nuestras correcciones son vagas: «pórtate bien» o «deja de molestar». Para que una instrucción funcione, debemos especificar el comportamiento en términos observables y cuantificables.
Si no puedes grabarlo en video y estar 100% seguro de que se cumplió la orden, tu instrucción es demasiado ambigua. Decirle a alguien «sé respetuoso» es como pedirle a un gato que «sea productivo»; nadie sabe exactamente qué se supone que debe pasar a continuación.
2. La Regla de la Expresión Positiva
La asertividad y la enseñanza efectiva requieren un cambio de lenguaje. La clave está en expresar de forma positiva, directa y honesta lo que sí queremos que ocurra. En lugar de decir «no grites», la instrucción operativa es «habla en voz baja». En lugar de «no corras», es «camina despacio».
«Todos tienen derecho a decir lo que quieran… especificar el comportamiento en términos observables y cuantificable.»
Básicamente, deja de decirle a la gente lo que no quieres ver y empieza a venderles la película que sí quieres ver. Es más fácil seguir un guion que una lista de censura.
3. Instrucciones como Preferencias, no como Órdenes
A veces, la resistencia al cambio no viene de no saber qué hacer, sino de cómo se pide. Una estrategia eficaz es expresar la petición como una preferencia en lugar de una orden. Cuando ordenamos, activamos la defensa del ego del otro; cuando expresamos una preferencia clara («preferiría que dejaras los zapatos en la entrada»), invitamos a la colaboración.
Es la diferencia entre ser un dictador benevolente y un líder persuasivo; al final, el dictador suele terminar solo (o con una rebelión en la sala de estar).
4. Refuerza la Ejecución, No Solo la Obediencia
Una vez que has logrado comunicar qué hacer en lugar de la conducta problemática, el siguiente paso crítico es el refuerzo positivo. No esperes a que la conducta sea perfecta. Si has pedido «hablar tranquilo» en lugar de gritar y la persona lo intenta, debes decir palabras de aliento y felicitaciones al finalizar la tarea, sin importar si tardó un poco.
Si lograste que tu hijo (o tu pareja, o tú mismo) cambiara el canal de la conducta negativa a la positiva, saca los confetis. Un comportamiento que se premia es un comportamiento que se repite; un comportamiento que se ignora, se extingue (o busca atención rompiendo algo).
Conclusión
Corregir no es borrar; corregir es sobrescribir. La próxima vez que sientas el impulso de soltar un rotundo «¡NO!», haz una pausa y pregúntate: «¿Qué es lo que quiero que esta persona esté haciendo en su lugar?». Esa respuesta es tu verdadera herramienta de cambio.
Para reflexionar: Piensa en la última vez que corregiste a alguien. ¿Le diste un mapa hacia el destino correcto, o simplemente le cerraste la carretera?



